Ball

Rocky Barcelona

Una noche histórica, épica, inolvidable a la que le sobran los adjetivos calificativos, pero no los motivos. Neymar, el miedo del PSG, la justeza de Luis Enrique en los cambios hicieron posible lo imposible. Barcelona está en cuartos, el cuco da más miedo que nunca.

Como en las películas de la histórica franquicia de cine norteamericano. Cuando a Rocky más le estaban pegando, cuando peor la estaba pasando, cuando a la campana le quedaban segundos, siempre había una mano que noqueaba al rival, que lo dejaba en la lona, sin resto, que le cuenten hasta mil. El KO ya era un hecho. Barcelona emuló al semental italiano, cuando la cuenta ya estaba en 9 y las luces se apagaban, el Culé sacó una mano nadie sabe de dónde para noquear al PSG y volver a transformarse en una amenaza en el fútbol mundial, cetro que había dejado vacante tras el 0-4 en París, que le costó la cabeza a Luis Enrique.

Pero ni la guillotina de María Antonieta pudo cortarle la cabeza al Barcelona en su sueño europeo. Hace 15 días estaba out de la Champions, lejos del Madrid en Liga y sólo con la Copa del Rey como objetivo accesible. Bueno, Luis Enrique anunció su partida y las sandias comenzaron a acomodarse en el carro: líder en la Liga (aunque el Madrí debe un partido), en cuartos de Champions y esperando al Alavés en la final de la Copa del Rey. ¿Cómo se explica? ¿Messi? No, esta vez Messi no hizo todo. La respuesta, esta vez, es Barcelona. Mes que un club. Ahora también es una sucursal de los milagros.

La diferencia con aquellas películas de Rocky es que uno veía venir la mano. Se sabía que Rocco iba a pegar una piña que iba a dejar al cine de pie y a él ganador. Era obvio. No hacia falta ni hacerse el sorprendido. En cambio, en Camp Nou, pocos daban crédito a una reacción del Barcelona en 10′ minutos. Se jugaron 95′, durante 94′ el Barcelona estuvo afuera. Por eso fue apoteósico e histórico. 58 veces se intentó revertir un 0-4 en UCL. Nunca se pudo. Hasta ayer.

¿Qué pasó? Pasó que PSG nunca se convenció que el 4-0 en la ida era definitivo. El Barcelona lo asustó. Su historia reciente, su linaje, Messi, el hecho que el culé venía encadenando goleada tras goleada, lo apichonaron mucho más de lo recomendable y esperable. Y eso que Verrati, Cavani, Draxler, Di María, no son jugadores como para jugar a ver que pasa. Pero Unay Emery, tricampeón de la Europa League con el Sevilla pecó de miedoso, mandó a su equipo a darle la pelota al Barcelona y a hacer correr el reloj. Gruesísimo error. Era salir a jugarlo, como si fuese 0-0, hasta el 0-3 en contra era un resultado que servía. ¿Cómo no arriesgar? ¿Cómo no salir a jugar? Bueno, el PSG tuvo miedo. En gran parte porque su deté, Emery, así se lo transmitió. Y el gol de Luis Suárez, a los 3 del primer tiempo, sólo confirmó una estrategia endeble que sólo depende de la justeza de los rivales y de la pericia a la hora de defender. Hay un dato estremecedor: Ter Stegen, arquero del culé, dio más pases que cualquier jugador del París Saint Germain. Sin la pelota es muy complicado.

Así, Barcelona fue amo y señor. Messi tuvo mucho la pelota pero, justo es decirlo, poco se notó. Fue más incisivo Iniesta y mil por ciento más decisivo Neymar, aunque el peso del brasileño se limitó a los últimos 10 minutos, cuando él pareció absorver a Messi y convertirse en una especie de supermáquina de jugar al fútbol. El segundo llegó por el mismo miedo del PSG: un taco de cuento de Iniesta, encontró una pierna nerviosa de Kurzawa que lo envío al fondo de las mallas. Y en el tercero, Messi definió como sabe hacerlo un penal que también nació del cerebro de Iniesta, continúo en un pícaro Neymar y contó con un sexto árbitro atento, mientras el árbitro principal papaba moscas.

Con el 3-0 en contra, recién ahí, PSG se sacudió. Emery mandó a la cancha a Di María y el uruguayo Cavani sometió a Umtití. Primero, con un remate al palo. Después, aprovechando un grosero error de Rakitic (tibión en el partido) para mandar al fondo del arco de Ter Stegen la única que tuvo frente al arco. El 1-3, a 25′ del cierre, dejaba al Barcelona obligado a hacer tres goles. Ya no había penales, y el 5-1 todavía no servía. Tanto que Di María, incluso, mandó a callar al Camp Nou, que lo hostigaba por su paso por el Real Madrid.

El Barcelona quedó groggy. Messi casi que no apareció, Suárez se peleó hasta con su sombra, Neymar pudo haberse ido expulsado, Luis Enrique sacó a Iniesta y puso a Arda buscando más profundidad y el Barcelona llegaba, pero no con chances de lastimar, llegaba porque todo era un plano inclinado hacia el arco de Trapp.

A los 39 del epílogo, Di María pudo haber liquidado todo. Enfrentó a Ter Stegen, tenía donde elegir, pero detrás de él, Mascherano llegó como una tromba, inventó otro cierre de antología, como ante Holanda en las semis del Mundial 2014 y ahogó el gritó de Di María. Hubiese quedado en anécdota, de no ser que un minuto después, ya con Sergi Roberto en cancha en lugar de Rafinha, Neymar mandó una de las tantas faltas que los jugadores de PSG cometieron al borde del área al gol. Pero nadie lo gritó. O casi nadie. Pareció de un entrenamiento. Es que todavía quedaban dos más y quedaban 4′ y el adicional.

Pero el Barcelona siguió empujando. Y también lo empujaron a Suárez, o eso vio el árbitro, que sancionó penal. Neymar se hizo cargo, Messi ni se asomó y el brasileño, crack mundial, con nervios de acero anotó el 5-1. Quedaba el adicional, que sería de 5 minutos.

Las caras en el banco del PSG eran de terror. Ya no miedo, terror. Mientras, Luis Enrique estaba hecho una furia, hubiese entrado él a jugar y el Camp Nou, que en el 4-1 de Neymar ni se mosqueó, era un hervidero, un coliseo catalán clamando por sangre parisina.

Messi se hizo cargo de un casi último tiro libre, hasta Ter Stegen fue al área, pero el centro del argentino dio en la cabeza de Cavani, y obligó al arquero alemán a recuperar la pelota y abrir a la derecha. PSG que nunca supo como defenderse con el resultado a favor, menos lo sabría hacer con la enorme presión del momento. Y Neymar estaba más frío que cualquiera, con todos sus compañeros en el área (todos literal) le quedó la pelota para tirar un centro, luego de recibir un pase y en lugar de eyacular precozmente la pelota al área, enganchó, hizo pasar a su marcador de largo y ‘sacó’ a toda la defensa del PSG del área chica, ahí sí metió el pase (centro no fue) y el resistido Sergi Roberto (sólo André Gomes es menos querido por la afición que él) metió el gol de su vida en el club de su vida.

Gol. Locura. En diez minutos, Barcelona pasó de estar eliminado con el 3-1 a dibujar un 6-1 que nadie creyó posible. Sólo Neymar,que jugó diez minutos de súper híper mega crack y tuvo la mente fría y el corazón caliente para meter un golazo, definir un penal híper pesado y dibujar una asistencia, donde el 90% de los mortales mete un centro a la bártola a ver qué pasa.

Por eso el Barcelona es el Barcelona. Por eso el PSG tuvo miedo. Por eso dibujó lo que nunca antes nadie había podido. Por eso va por la sexta, por eso lidera la Liga, por eso quiere la Copa del Rey. Incluso, esta vez, prescindió de Messi. Mucho más que un equipo. Mes que un club. Leyenda viva del fútbol mundial. ¡FC Barcelona, señores! Ya ni con un 4-0 y bailándolo lo pueden dar por muerto. Rocky Barcelona.

Como decía el histórico entrenador de Balboa, Mickey: “Déjame decirte algo que ya sabes. El mundo no es arcoiris y amaneceres. En realidad es un lugar malo y asqueroso. Y no le importa lo duro que seas, te golpeará y te pondrá de rodillas y ahí te dejará si se lo permites. Ni tú ni nadie golpeará tan fuerte como la vida. Pero no importa lo fuerte que puedas golpear, importa lo fuerte que pueda golpearte y seguir avanzando, lo mucho que puedas resistir y seguir adelante. Eso es lo que hacen los ganadores.  Ahora, si sabes lo que vales, ve y consigue lo que vales. Pero debes ser capaz de recibir los golpes y no apuntar con el dedo y decir que eres lo que eres por culpa de ese o el otro. Eso lo hacen los cobardes. Y tú no eres un cobarde. Tú eres mejor que eso.” Y vaya si el Barcelona lo es…