Y más duele cuando la mayoría son hinchas, pibes que salieron del club y gente que está arraigada a la institución, que la quiere mucho. Este equipo quedó en la historia del fútbol argentino, marcó un estilo, una idea y sentimiento. Este conjunto está a la altura de los mejores que tuvo el país, de los más ganadores y de los que mejor jugaron. Está más allá del bien y del mal, porque así piensan sus autores y eso genera simpatía en algunos hinchas de otras escuadras.
Es verdad que el Newell´s campeón del 2013 en 15 días fue eliminado de la Copa Argentina, la Copa Libertadores y perdió la Súper Final con Vélez Sarsfield, en Mendoza. Pero, en parte, por eso también va a ser recordado: porque jugaba bien, marcó un estilo y porque peleó todo hasta el final y sólo pudo obtener un título. Y está bien que así sea. El hincha Leproso tiene que estar orgulloso de estos pibes, de los de más experiencia y del cuerpo técnico. Nadie puede objetarle nada a los rosarinos.
A un equipo que se armó para no irse al Nacional B, no hay nada para recriminarle. Los jugadores dejaron todo: Nahuel Guzmán atajó casi todo el partido con la ceja cortada, Gabriel Heinze quiso seguir lesionado y lo tuvieron que sacar porque no podía seguir. Jugaron los mismos 11 todo el semestre y Gerardo Martino fluctuó con tres o cuatro futbolistas más. Impresionante. Nada para decir, sólo aplaudir.
Este Newell´s versión 2013 dejó una huella y un sentido de pertenencia, que hace bastante no se daba en el fútbol argentino. Volvieron las figuras e ídolos para levantar en lo deportivo al club, varios pibes de la factoría rojinegra, cuerpo técnico con raíces Leprosas y el sentimiento futbolístico que le dio Martino al equipo. Ese estilo que la institución tanto pregonó a lo largo y lo ancho de su historia. Un fútbol hermoso y vistoso, agradable para los ojos de cualquier persona.
Dadas estas circunstancias, cuando se gana o se pierde en una instancia tan importante es más efusiva la victoria y dura la derrota. Por eso duele, y no por las cargadas que puede desplegar el clásico rival, ante lo sucedido. Fue el último partido de este grupo, de esta historia que va a ser recordada con el paso del tiempo. El Tata Martino dirigió por última vez a los rosarinos, quizás algún día vuelva. Pero por ahora se acabó el sueño.
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