Si no leíste la parte uno de la identidad del fútbol argentino todavía estás a tiempo, porque lo de ayer se relaciona con lo de hoy, porque ahí está la demostración de que no evolucionamos, que de a poco fuimos perdiendo la esencia, dejamos pasar La Nuestra. El fútbol argentino sigue en caída libre. Antes, después y ahora.
La confusión siguió, por lo menos, hasta 1974, cuando César Luis Menotti fue nombrado entrenador de la Selección argentina. Luego llegó la dictadura comandada por Jorge Videla, Eduardo Massera y Ramón Agosti, quienes decidieron que el entrenador siga en el cargo, utilizándolo, para volver a las fuentes, no importaba que estuviera afiliado al partido comunista, había que llegar a la gente en el momento más oscuro de la historia de nuestro país.
En los setenta se acabaron los Bilardo y Zubeldía, y aparecieron los Kempes, Ardiles, Bochini, Alonso, Houseman y Bertoni, y con ellos, con su fútbol, algunos formando parte y otros no, se logró el primer título del mundo con sello argentino. Menotti quiere ganar como todos, defiende un estilo pero no es ingenuo, su esquema fue 4-2-4, mezclando habilidosos y potentes, juego y sacrificio.
Un año más tarde, con Menotti como técnico, con Maradona y Ramón Díaz como estandartes, Argentina obtuvo en Japón su primer campeonato juvenil. Luego, no se pudo terminar de armar un equipo para el mundial de España 1982. Los cambios generacionales, la guerra de Malvinas, los problemas psicológicos de algunos jugadores, la presión, la desazón de saber que el primo de Ardiles había fallecido en combate. No se podía jugar al fútbol. Nada sumó. El fútbol argentino volvió a entrar en la contradicción. Chau Menotti. Hola Bilardo.
Con Carlos Salvador Bilardo como elegido de Grondona las cosas no salieron demasiado bien al principio, clasificando al mundial de México por la ventana y dejando un vacío enorme en la Copa América, sin embargo en el mundial llegó el trofeo más preciado por segunda vez. La gran virtud del entrenador en ese torneo fue cuidar a Maradona, lo encerró en un hotel un mes antes para que no se meta en nada raro y lo hizo explotar como nunca antes. Los defensores y volantes defendían, Diego se las arreglaba con Valdano y Burruchaga de mitad de cancha para adelante.
Otra vez, dos Copas América para el olvido y llegó un mundial, Italia 1990. Argentina llegó a la final por penales, dependiendo de las manos de Sergio Goycochea y alguna que otra gambeta de Maradona. Tras esta Copa del Mundo, la FIFA cambió el reglamento, para que no vuelva a clasificar un mejor tercero tan amarrete, para que los jugadores no hagan tiempo pasándosela al arquero y este la agarre con las manos, así había jugado nuestra selección.
Se va Bilardo y vuelven las contradicciones con Grondona como protagonista, porque eligió a Alfio Basile, discípulo de Menotti, lo contrario del doctor, lo mismo que ocho años atrás. Aquí volvieron los triunfos. La Copa América 1991 y 1993 son los últimos títulos importantes que ganó Argentina a nivel Selección. Quizás, si no hubiera saltado del doping de Maradona en el mundial de 1994, hoy estaríamos hablando de que tendríamos tres Copas del mundo en las vitrinas. En este proceso se le devolvió la confianza al jugador, se creyó en él, como lo había hecho Uruguay en su momento, como lo había hecho Stábile y como lo había hecho Brasil.
En 1995 asumió Daniel Passarella, volvió la contradicción, una especie de dictadura al futbolista: “Si tenés el pelo largo no jugás”, por eso afuera Fernando Redondo, uno de los mejores número cinco de la historia, y chau Claudio Caniggia. Por poco no quedó afuera Gabriel Batistuta, a quien el Kaiser ya había echado de River. Pelotazo de De Boer, gol de Dennis Bergkamp. Bye sueño mundialista.
Grondona hubiera acertado por primera vez, ya que más allá de los triunfos fue a apostar por un proyecto, lo fue a buscar a José Pekerman, quien era el formador del semillero argentino, consiguiendo los mundiales juveniles de Qatar 1995 y Malasia 1997. “No estoy preparado”, afirmó el entrerriano.
Vamos por Marcelo Bielsa entonces, quien le jugó igual a Bolivia y a Inglaterra, pero en la Copa del Mundo de Japón 2002 no tuvo identidad, le fue a tirar centros a los europeos, que son expertos en la materia. Fracasó, vuelta a casa en primera ronda. Segunda oportunidad. Recambio generacional. Subcampeón en la Copa América de Perú 2004 y Campeón olímpico, se quedó sin energía. A barajar y dar de nuevo.
Vamos por Pekerman de nuevo, volvemos a las fuentes. Esta vez la respuesta fue un Sí. Juan Román Riquelme como estandarte, dos años de trabajo. Quedó afuera de la Copa del Mundo 2006 por dos penales, no perdió ningún partido y no hizo papelones. Ganó, gustó y goleó. Cumplió un ciclo. Se fue por la puerta de atrás. Nadie se acuerda de él. Injusticia.
Lo de ahora es historia conocida. Volvió Basile. Subcampeones en Colombia 2007. Peleas internas. Nadie entendió su salida. Apareció Maradona. Bochorno en Sudáfrica. 0-4 contra Alemania. Se fue Maradona. Resucitó Sergio Batista. Mucho Twitter, poco fútbol. Ya quedó en el pasado. Ahora está Alejandro Sabella, sostenido por Bilardo y cinco defensores.
La Selección argentina sigue confundiéndose año a año. No se sabe a que se juega ni para que. Ya no se le puede ganar a Bolivia ni a Venezuela, selecciones que crecieron, pero tampoco para tanto. El tiempo hizo que Argentina no contagie, ni aunque esté el mejor del mundo, a quien no le simplifican las cosas.
No cambió nada de Maradona a Sabella. Martín Demichelis siguió cometiendo errores, pero sin embargo, hasta el viernes seguía siendo titular. Para el resto lo mismo, no cambió nada. Es una Selección de amigos, no un equipo. Falta mucho por mejorar. Esta tarde con Colombia, en el calor de Barranquilla se rendirá un nuevo examen, que esperemos, tenga mejor nota que los anteriores.
Es hora de arriesgar, de empezar a cambiar. Hay que recuperar la esencia del fútbol argentino, la que nos dio gloria. La esencia que envidiaban los Brasileros y vinieron a buscar. La esencia que se llevaron. La Nuestra, la que admiraba Europa, el Viejo Continente. Nada está perdido, es cuestión de creer, de confiar en el jugador.
Para bien o para mal, cuando Argentina marcó un estilo, cuando puso la pausa, cuando agarró la pelota y fue protagonista, a la larga y a la corta, siempre, casi siempre, se llevó un trofeo para colocar en las vitrinas. Con Sabella, con Bilardo, con Menotti, con Basile, con Stábile, con quien sea, es hora de volver a honrar a aquellos jugadores que le dieron gloria al fútbol argentino. Respetemos a la pelota.
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