Newell´s es el nuevo campeón argentino, es el vencedor del Torneo Final 2013. Llegó a 38 unidades, con una fecha por jugar, y tiene al goleador del campeonato con 11 tantos: Ignacio Scocco. Un triunfo entero, bello por donde se lo mire y de las raíces del club. Porque le ganó al “ganar como sea”, impuso formas, calló a varios y demostró que a través de la seguridad y el convencimiento de una idea se pueden lograr objetivos.
Los jugadores entendieron a la perfección lo que el Tata les inculcó desde su llegada (se va a cumplir un año y medio). Este período casi inesperado, porque la única meta era salvarse del descenso, está cosechando todo lo que vino sembrando hace 18 meses: el club usufructuó al entrenador, y éste a los pibes de la cantera, figuras repatriadas y pocos refuerzos para aceitar el paradigma. “Éstos pibes tienen una gran valentía para jugar de la manera que juegan. Es un gran mérito en el fútbol argentino. Cuando el equipo que te toca dirigir hace lo correspondiente, todo lo demás se vive con mayor tranquilidad. Lo que hacen terceros no es tan importante cuando nosotros hacemos lo que debemos”, declaró el ex técnico de Paraguay.
La convicción de una forma fue clave: Tata Martino asignó un modelo, a través de su sentimiento futbolístico y hasta en los momentos de declarar, que sus dirigidos captaron al mango porque la mayoría son del palo Leproso; entienden lo que es ponerse la camiseta rojinegra y también saben lo que hay que hacer para defenderla. No se achicaron nunca ante la adversidad que provocó el trajín de la sofocante y exigente seguidilla de partidos. No tuvieron miedo a perder porque jamás se arrepintieron de lo planeado. “Más que los hinchas del buen fútbol disfruten con Newell´s, me interesa que estamos en las instancias finales y que el equipo no pierda las formas. Existe el riesgo grande de quedarnos sin nada. Pero si el resultado no llega, nos habrá gustado haber recorrido el camino como lo hicimos”, la bajada de línea de Martino es elocuente con sus declaraciones.
La gente está feliz. Pero no solo porque se logró un título, sino porque se consiguió gracias a un estilo. Y ese perfil es el preferido por el hincha. Porque algunos vieron jugar al equipo del Piojo Yudica en 1988 y al de Marcelo Bielsa en los inicios de la década de 1990, y hoy se lo reproducen a sus hijos y familia. Ambos planteles llegaron a finales de Copa Libertadores (88 y 92), además de lograr títulos locales. El actual ya empató en exitismo y hasta puede superar las expectativas de la implícita vara impuesta por esas históricas plantillas. La tranquilidad y parsimonia rodeó el contexto en todo el semestre porque eso transmitieron los jugadores, cuerpo técnico y dirigentes.
Los futbolistas dejaron todo y por eso quedaron en la historia grande de esta institución. Nahuel Guzmán se afianzó en el arco, es el líbero del equipo y tiene mucho futuro. La defensa se consolidó con Gabriel Heinze y Santiago Vergini como centrales y con Marcos Cáceres y Milton Casco como laterales. El mediocampo fue erogado entre Hernán Villalba, Lucas Bernardi y Diego Mateo en el centro. Pablo Pérez, Paulo Cruzado, Víctor Figueroa y Horacio Orzán alternaron por los costados. Y en la delantera fueron incisivos Ignacio Scocco y Maxi Rodríguez con el complemento de Martín Tonso y Maximiliano Urruti. Son justos ganadores. Son campeones en puntos y formas.
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