Ball

Lisandro López: Un loco lindo

Mientras los ídolos de los equipos del fútbol argentino se van alejando de los clubes de sus amores, hay uno que se queda. No se sabe si por comodidad, por amor o simplemente por locura. Pero él se queda.

Los diversos referentes históricos que le quedaban al fútbol argentino se fueron. La crisis, el exitismo feroz que vive el deporte o simplemente todo lo que lo rodea en Argentina. El fútbol parece haber quedado inmóvil, quieto, sin reacción como los animalitos en la ruta cuando los atacan las luces altas. Los problemas dirigenciales y económicos se suman a los conflictos. Juan Román Riquelme dejó Boca por diferencias con Daniel Angelici y terminó dejando el fútbol. Fernando Cavenaghi emigró a la liga de Chipre después de ser campeón de la Libertadores. Carlos Tevez fue vendido a China. Son algunos de los ejemplos. El balompié local se empieza a despoblar de tacos, caños, gambetas y juego bonito. Los ídolos eligen jugar en el exterior, no quieren estar acá. ¿Qué pasó con la emoción y los papelitos que solo se viven de este costado del mundo? Parece que no era lo más importante. El periodismo que tiene como objetivo cortar cabezas, más la locura enardecida de ganar o ganar han generado una bola de exitismo muy difícil de detener. Entonces los más cercanos a los hinchas quieren irse.

Sin embargo a algunos kilómetros de capital federal, en Avellaneda, hay un tipo que jugó en Europa y en la Selección, que volvió y dijo que quiere quedarse. No se comprenden bien los motivos, si será comodidad, amor o locura. Lo cierto, es que ocupa un lugar muy importante en el fútbol argentino, es quizás, el jugador más importante que le queda a nuestro fútbol. Por su calidad indiscutible, por su cariño por la camiseta y sin ninguna duda por sus notables valores que van exactamente en contra de aquel exitismo feroz.

El tipo se crió en Rafael Obligado, provincia de Buenos Aires. El pueblo queda a 35 kilómetros de Junín. Allí se curtió y aprendió a jugar a la pelota. Cuando estaba por cumplir 18 años, Lisandro López se fue a Racing. Luego jugó en Portugal, Francia, Brasil y Qatar. Hasta su regreso definitivo. Vale aclarar, que Licha fue ídolo del Lyon de Francia y también del Porto de Portugal. Con 33 años y un gran nivel físico y futbolístico, decidió volver antes de lo que el pueblo futbolero hubiese imaginado. “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas”, canta Mercedes Sosa (Letra de Cesar Isella). Entonces en 2016, con un clima oscuro en AFA y en el fútbol argentino, decidió volver a vestir la celeste y blanca.

Lisandro no tiene nada que demostrarle a la gente de Racing. Es ídolo indiscutible. Sin embargo, él decide ratificarlo partido a partido. Si le faltaba la asunción para ser rey, lo coronaron en un clásico donde a los 44 minutos le empató a Independiente de chilena. Licha ya le había hecho dos goles al rojo en otros clásicos. Ojo, Racing no jugó bien e Independiente tampoco, era un partido para el olvido. Pero López resolvió desde la acción individual los problemas colectivos. Porque cuando no te sale nada, cuando tu equipo no responde, cuando la gente para el partido para festejarte en la cara, cuando te insultan, cuando te escupen, ser un crack no es pegar una patada de calentura. Ser un fenómeno es tirar una chilena cuando falta un minuto para que se muera el partido. Mientras las tribunas teñidas de rojo te quieren comer crudo. Eso es ser guapo.

A Lisandro López le gusta leer novelas en su tiempo libre. No le gustan las biografías, elige el género romántico, dramático. No lee de fútbol, solamente lo utiliza para incentivar nuevos lectores dentro de los vestuarios. Su vida no es solo la pelota, es fanático de la pesca y cada vez que puede se escapa a Obligado, su pueblo, para poder ir a pescar con sus amigos. Hoy estar en Argentina lo hace feliz. Volver a estabilizarse y estar con su gente es lo que elige. Sin dudas, si juega acá será siempre en Racing, por que el amor es así. No siempre se explica. “El fútbol como mensajero de los Derechos Humanos puede ser muy importante”, dice en una entrevista para Racing.com.ar. Lisandro concibe al fútbol más allá del momento del juego. Porque ser un crack, ser realmente un diferente, va más allá de los goles que convierta el campeonato que viene, no pasa por si sale o no campeón con Racing.

No tiene que ver con cuántos goles haga en clásicos o con hacerle gestos obscenos a los rivales. Ser un crack hoy es entender el momento que vive el fútbol argentino y volver a utilizarlo como herramienta social. Ser un crack hoy es ser como Lisandro López. Que por amor, por locura, o por una hermosa combinación de ambas, está acá embelleciendo el fútbol argentino, en tiempos en que el resto huye. “No escuché ninguna oferta, estoy donde quiero estar. Quiero jugar acá. Lo económico no es lo único que importa“. Algunos van a enojarse por la postura casi caprichosa del 9 de quedarse sin siquiera escuchar ofertas. No se cuanto sabrá del fútbol legislado por FIFA Licha, pero del fulbo en la vereda, del picado, del barro parece entender todo. Que exista un jugador como Lisandro López ayuda a creer que el fútbol a veces, y tan solo a veces, es un poquito como nos hubiera gustado que fuese siempre.