Durante todo el año pasado, escuchamos de episodios donde Rusia negó derechos y hostigó a activistas por querer defenderlos. La historia parece no haber cambiado mucho desde entonces. Es así, que Rusia incluso cerró su sede de Amnistía Internacional en Moscú.
El año pasado, se informó que en Chechenia funcionaba una especie de campo de concentración donde eran llevados los hombres homosexuales para ser torturados e incluso asesinados. Muchos de los sobrevivientes, denunciaron estos hechos públicamente. Desde el Estado, se negaron a abrir una investigación y aún siguen sin hacerlo.
A pesar de que principios del siglo XX, el feminismo tuvo una fuerte presencia en Rusia e incluso llegó a ser uno de los primeros países europeos donde las mujeres obtuvieron el derecho a votar, hoy en día no hay grandes movimientos de mujeres.
En el año 2015, según un estudio del Banco Mundial, el porcentaje de mujeres que trabajan es del 69% y había 456 tipos de trabajos en los que no tenían permitido participar.
En febrero de 2017, Vladimir Putin promulgó una ley que despenalizaba ciertos tipos de violencia intrafamiliar que causasen dolor pero no heridas o incapacidad para ir a trabajar. Pasaron a ser penados con multas económicas y trabajo comunitario, salvo excepciones, como que el agresor sea reincidente o la violencia sea mucho mayor. Según el Ministerio del Interior de Rusia, en 2015 hubo 50.780 víctimas de violencia doméstica.
Uno de los grandes problemas que terminan en violencia de género, es la imposición de roles que aún siguen muy marcados en la sociedad rusa. Si bien aún las mujeres se encargan de la mayor parte del trabajo doméstico, según un estudio del Centro para el Estudio de la Opinión Pública de toda Rusia (VCIOM), los rusos abogan por la igualdad en la familia. Un 72% de los encuestados que conviven con su pareja/en familia, dicen compartir las tareas del hogar.
En la tierra donde Vladimir Putin ganó su cuarta elección y la Selección Argentina busca levantar la Copa del Mundo, las mujeres siguen viendo el Mundial desde la cocina.
Por Micaela Oliva.
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