Por Pablo Amalfitano
La Davis es mágica. La Davis genera una aureola sin igual. Ningún torneo se vive como la Davis. Cuántas veces se habló de su encantamiento. Cuántos jugadores alcanzaron la inmortalidad gracias a ella. Y cuántos jugaron por ella y se fueron sin pena ni gloria… No alcanzan las palabras; claro, son cien años de historia y mística. Nada menos.
“La Davis te hace tocar el cielo o te hunde”. La frase pertenece a Horacio Zeballos, quien describió de esa forma sus sensaciones tras vencer a Francia en Buenos Aries y alcanzar las semifinales. Es que la mayoría de los jugadores sueña desde sus comienzos con jugar la Copa Davis. Incluso varios alcanzaron la gloria sin distinguirse en su carrera personal, como pueden ser los casos de Nicolas Escudé, Viktor Troicki y Feliciano López, el único activo con más títulos de Davis que de ATP.
Llegado el momento, no obstante, todos toman una decisión. Hay quienes articulan su carrera y entrenamientos para poder afrontar tanto el circuito como la lucha por la Ensaladera. Decía Guillermo Vilas, el mejor de los ejemplos: “Para ser el mejor, tenés que jugar todo y ganarles a todos”. Otros, por el contrario, en algún momento de su trayectoria se inclinan por el Tour.
En efecto, nadie puede negar que Juan Martín Del Potro quiera la Davis. Ante todo, memoria. Fue él quien puso a Argentina en dos finales mundiales. Era sólo un chico cuando asumió la responsabilidad en el quinto punto frente a Andreev en 2008. Y llegó a Belgrado con un palmarés envidiable cuando se encargó de derribar el imperio de Djokovic y sus amigos. Por diversas circunstancias, deportivas y no tanto, Argentina no ganó ni en Mar del Plata ni en Sevilla. Del Potro, sin embargo, ostenta grandes victorias en la competición por equipos.
Finalizada la temporada 2012, el tandilense fue tan claro como nunca: “No jugaré la Davis en 2013; tengo posibilidades de pelear por el número uno del mundo”. Fuera o no el calendario la razón por la que descartó la Ensaladera este año, los resultados que acumula no lo acercan ni un poco a su objetivo principal. De hecho, lo separan aún más.
El ranking suele ser caprichoso, pero tiene su lógica. Si uno quiere ascender, debe primero conservar lo que ya tiene y, de ahí en más, irrumpir en las “pertenencias” de los de arriba. Es decir, lo primordial es sostener los puntos propios, la base, para después ir en busca de los ajenos.
La premisa parece simple, aunque no fue fácil de llevar adelante para un Del Potro que no arrancó el año del todo bien. Defendía cuartos de final en Australia, pero cayó sorpresivamente con Chardy en tercera ronda. Puntos perdidos. Sumó en Rotterdam -su único título en 2013- lo mismo que resignó una semana después en Marsella. En Indian Wells demostró estar a la altura y derrotó a Murray y a Djokovic, pero cayó con Kamke (90ª) en Miami.
La mala fortuna le jugó una mala pasada antes de la temporada de canchas lentas: sufrió un cuadro virósico, seguido de broncoespasmo, que lo alejó un poco más de su aspiración primordial. No pudo defender el trofeo en Estoril y tampoco las semifinales en Madrid. Puntos de oro. Intentó regresar en Montecarlo y Roma, pero fue superado con claridad por Nieminen y Paire. Y, como si fuera poco, la recuperación tardía le hará resignar también Roland Garros. Más puntos de oro.
El balance, negativo. Del Potro aún no encuentra el camino, así sea por nivel de juego o por lesiones circunstanciales. En todo 2012, sólo perdió con tres jugadores de ranking inferior: Baghdatis (Sidney), Stepanek (Toronto) y Llodra (Bercy). No transcurrió ni la mitad de 2013 y ya son cinco los tenistas de menor categoría que lo derrotaron: Chardy (Australia), Simon (Marsella), Kamke (Miami), Nieminen (Montecarlo) y Paire (Roma).
¿Será la maldición de la Davis? ¿Será que a Juan Martín, lejos de jugarla, todavía le pesa su decisión? Ya lo dijo Federer: “La Davis es muy pasional, pero en Argentina lo es mucho más”. Del Potro la descartó para sumarle descanso a su 2013, por ahora adverso. Aún queda hilo en el carretel de la temporada. Y el deporte siempre da revancha. Pero… ¿será que resignar la Copa Davis nunca es gratis?
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