La semana que Juan Martín del Potro protagonizó en Río de Janeiro escapa a toda lógica. ¿Cómo hizo Delpo, casi sin actividad, volviendo de a poco, con un sorteo que lo mandó a jugar con el N1 del mundo para llegar a colgarse la medalla de Plata? Si bien todo responde a un guión de película, la realidad es otra y hay tres ingredientes vitales para que Juan Martín haya pasado de venir a “pasear” a Río de Janeiro, pronóstico que daba la mayoría en la previa, a terminar poniendo en aprietos a Andy Murray, en una final que se extendió durante cuatro horas. Y esos tres ingredientes son un par de huevos gigantescos, un corazón de Oro y, quizás el más importante, un tenis de alto vuelo que pareció volver a Delpo, así como los superpoderes volvían a los NBA al tocar el balón en “Space Jam”.
Este año, temprano, hubo rumores de retiro para Juan Martín. El tandilense volvió al circuito en una posición por debajo del 1000, después de haberse codeado con los Top5 del mundo. Delpo, cuyo mayor hito hasta este Juego Olímpico, era haber ganado el US Open en 2009 y la medalla de bronce hace 4 años, llegó a Brasil recontra de punto y terminó haciendo saltar la banca.
Su muñeca le jugó reiteradas malas pasadas, incluso, llegó a operarse tres veces. Todo parecía cuesta arriba. La voluntad estaba, pero la muñeca no aflojaba. El regreso al circuito, de a poco, casi gateando, encerró buenas y malas, pero Delpo parecía lejos, todavía, de poder plantarle cara a la Generala que lidera el tenis mundial: Novak Djokovic, Andy Murray, Roger Federar, Stan Wawrinka y Rafael Nadal. Hasta esta semana: A dos los eliminó en Río, a otro le plantó batalla hasta que pudo y los otros dos no jugaron el torneo olímpico. La única certeza que quedó es que Delpo, una vez más, puede mirarlos a los ojos, jugarles de frente y hacerlos sufrir con esa derecha prodigiosa que apareció ahora, mientras el tandilense retoma la confianza para volver a pegar ese revés que lo llevó muy cerca de la cima del circuito.
En Río todo empezó con un partidazo ante Djokovic. Fue 7-6, 7-6, en un partido sin quiebres, en el que el saque de Delpo y los primeros destellos de una derecha on fire, hicieron sucumbir al número uno y favorito al Oro. Al día siguiente, Delpo debió saltar a la cancha a enfrentar a Joao de Sousa, de Portugal. Le costó más de la cuenta, pero logró superar el escollo en tres sets. El japonés Taro Daniel le presentó durísima batalla, Delpo aflojó en un tramo y casi le cuesta la ilusión. Bautista Agut, el español, fue un rival durísimo en cuartos, donde Delpo ya lucía completamente extenuado por una semana palo y palo, con muchas emociones fuertes en el fuero interno, como descubrir que, todavía,en él vivía un tenista de élite, algo que hasta este Río 2016, lejos estaba de ser una certeza.
@delpotrojuan Vamos Delpoooo
— BATennis (@BATennisCom) 6 de octubre de 2015
En semifinales,llegó Rafa Nadal. Oro Olímpico en dobles, junto a Marc López. El español, animal de la competición y un jugador de altísimo pedigree, era el escollo que Delpo debía sobrepasar ante de ingresar en la final olímpica, algo que le quedó pendiente hace cuatro años, cuando el inhumano Roger Federer le privó de esa posibilidad en otra batalla tenística en Wimbledon. Claro, en ese momento, Delpo jugaba seguido contra los de arriba, ahora hacía rato que no lo hacía. Esta vez no iba a pasar. Juan Martín perdió el primer set ante Rafa y, luego, lo levantó y consiguió poner de rodillas a un tipo que no suele hincarse ante nadie y que también marca el pulso de la era actual del tenis.
La final le marcaba Andy Murray, el campeón olímpico, el que había podido con Roger en Londres 2012. El partido estaba planteado a 5 sets y, apenas comenzó, daba la sensación que Juan Martín no iba a poder plantar mucha batalla. Exhausto casi desde el comienzo, con un quiebre en contra muy temprano, el primer set pasó del 1-4 para el británico a 4-4 para el argentino, que culminó perdiéndolo 7-5. El segundo set fue pura ilusión: Delpo volvió a sacar la derecha endemoniada, algunos reveses aislados y una inteligencia enorme para lograr incomodar al frío Murray. Así se llevó el segundo capítulo, 6-4.
El tercer set no se correspondió a la ilusión que había despertado el segundo. El cansancio ya era evidente en ambos, pero en Delpo más. Fue 6-2 para el británico, que demostró todo su tenis e hizo lucir su puesto en el escalafón mundial. Quedaba un último aliento, era ganar el cuarto y forzar un tie-break que iba a ser sumamente exigente para ambos, que incluso quedaron colgando de la red en uno de los puntos del cuarto set. Ambos estaban cansados, pero también regalaron un genial tenis, digno de una final olímpica.
En el cuarto, Delpo llegó a quebrar para ponerse 5-3, pero ahí Murray pesó y logró llevar todo a 6-5 a su favor. Delpo no consiguió el 6-6 que hubiese forzado el tie-break y todo terminó en un 7-5 que le costó sangre, sudor, lágrimas y mucho de su mejor tenis al británico. Del Potro se rindió por primera vez en el campeonato, únicamente cuando ya no había nada por lo que luchar y ya con la plata reluciente, colgada en el pecho, y con una ovación sostenida del estadio, que incluso superó a la que se llevó el campeón Olímpico. Claro, Murray llegó a Río como 2 del mundo, Delpo llegó a Río en plan de ver que pasaba, de ver hasta donde se podía, de ver si le podía robar un set a Djokovic.
Varios le vaticinaron prontas vacaciones, pero Del Potro les demostró que aquel tuit de octubre de 2015, en el que tuiteó “Si pensás que estoy derrotado, quiero que sepas que me la sigo jugando”. Y vaya si no es así, fue aún más. Del Potro demostró al mundo del tenis que está de nuevo, que a ese revés letal le sumó una derecha mortífera que descubrió, obligado por sus circunstancias. Y que además sigue teniendo el corazón enorme, ese mismo espíritu inquebrantable que lo llevó a conquistar el US Open y a plantarle cara a Federer en pleno Wimbledon. Ese corazón que hace que sea una pieza importantísima pensando en la semi de la Davis, de septiembre. Un corazón que consiguió reconciliarlo con aquellos que se enojaron con él cuando le dijo que “no” al llamado de la Copa Davis. Un corazón que sólo tienen los grandes campeones, esos que no son ni de Oro, ni de Plata, ni de Bronce, son de alma, corazón y leyenda.
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