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La inmigración de africanos en el fútbol argentino

En la última decada, hubo distintos casos de jugadores provenientes de África que probaron suerte en los clubes de Argentina. Muchos de ellos no consiguieron un buen paso por el país.

Mientras en Europa los futbolistas africanos triunfan y se destacan en las principales ligas, en Argentina han sido pocos los jugadores de África que han corrido la misma suerte. El camerunés Alphonse Tchami, en Boca, y el ugandés Ibrahim Sekagya, en Arsenal, son quizás los casos de mayor éxito en el fútbol argentino.

Antes de ellos hubo otros nombres, después también y en la actualidad sólo algunos, pero en las inferiores de los clubes de Primera, en el ascenso o ligas del interior de nuestro país. Llegan con promesas de pruebas  y oportunidades en los mejores clubes pero luego son abandonados, no se adaptan, no les hacen contratos para que no ocupen cupos de extranjeros o porque son menores  y quedan en el olvido.

Según el Censo Nacional del 2010, alrededor de tres mil africanos viven en la Argentina. La inmigración comenzó a mediados de la década del ’90 y se acentuó en la década siguiente. Los datos de la Dirección Nacional de Migraciones revelan que durante el primer semestre de 2015 se concedieron un total de 391 permisos de radicaciones a ciudadanos provenientes de Nigeria, Ghana, Gambia y Camerún. “Sin embargo, las organizaciones no gubernamentales consultadas estiman que las cifras oficiales no cuentan cerca de 1000 indocumentados. La mayoría reside en microcentro y la zona de Once”, escribió Jorge Andrés González en una nota de 2016 en La Nación que tituló Nuevos migrantes: los africanos que buscan el “sueño argentino”. La mayor parte de los vendedores africanos de Once son senegaleses.

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—¡Andá a vender relojes a Once, negro puto!

El padre de Lamine Diagne, Khalifa Diagne, vendía relojes en Europa. Con esa plata bancó la carrera de su hijo, que en 2012 escuchó esa puteada del padre de un rival. Lamine tenía 20 años y jugaba de delantero en Barracas Central, que lo dejó libre. En 2013, Diagne se probó en River. Un gol y dos asistencias motivaron la palabra de un coordinador: el club lo va a contratar. Sin embargo, un problema legal frenó la firma. Para los menores de edad, la traba es reglamentaria: la FIFA instituyó que sólo se les puede ofrecer un contrato si “los padres del jugador cambian su domicilio al país donde el nuevo club tiene su sede por razones no relacionadas con el fútbol”.

Tras aquella prueba en River, Lamine –que nació en Senegal y llegó a Buenos Aires con 13 años- pasó por San Telmo, All Boys, nuevamente Barracas Central, Villa Plomo de Córdoba y Muñiz, en la Primera D. “Llegué a los 13 años buscando un futuro y cuando tuve que pensar qué hacer con mi vida, me decidí por el fútbol. La adaptación fue dura pero aquí estamos en pie”, contó Diagne a fines del año pasado en el programa El Cálamo de la Tv Pública, dedicado al mundo musulmán.

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En el último tiempo, quizás el caso más emblemático haya sido el de Félix Orode. En 2009, el nigeriano llegó con bombos y platillos a San Lorenzo junto a su compatriota Evans. Sin embargo, jugó solamente unos minutos en el clásico ante Huracán –con pase incluido a Chaco Torres para el 2-0 del equipo dirigido por el Cholo Simeone- y luego tuvo que buscar otros rumbos. “Me pone muy bien por él porque es un chico que llegó… lejos de su familia, se adaptó muy bien al grupo, los muchachos lo quieren mucho”, dijo por aquellos días el actual entrenador del Atlético de Madrid.

Nueva Chicago, CAI, Excursionistas, Luján, Comunicaciones, Ormeño de Perú y Sportivo Barracas fueron los clubes que siguieron en el curriculum de Orode. En 2016, su nombre volvió a los primeros planos cuando sus compañeros de Barracas hicieron rifas para pagarle el viaje a su Nigeria natal, luego de cinco años sin poder pisar el suelo de su país y estar con su familia. “Nigeriano de nacimiento y argentino por elección”, tal como se puede leer en su cuenta de twitter oficial (@FelixOrode), actualmente se lo puede ver caminar tranquilamente por la Avenida Corrientes junto a su esposa argentina y sus dos hijos.

Ugwunwa Evans milita hoy en día en CRIBA de La Plata. “Un nigeriano es la revelación de la Liga Amateur Platense”, tituló en noviembre de 2016 el Diario Hoy de la ciudad de las diagonales.

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Hasta hace unos años, un ghanés jugaba en las Inferiores de Boca Juniors, con la esperanza de dar el gran salto en el fútbol argentino. De Cape Coast, y en un barco sin destino conocido, partió Bayan Mahmud. Sus padres habían muerto tras un conflicto tribal, a su hermano lo perdió en la huída y él escapó: con miedo, sin nada, con la ilusión de empezar de nuevo y en otro sitio.

Don Mahmud había sido jugador de fútbol en Kumasi –la segunda ciudad en importancia del país-, pero se trasladaría a la norteña Bawki con toda su familia. El conflicto entre las tribus Mamprusi y Kusasi provocó en 2005 la muerte de él y de su esposa. Bayan y Muntala Mahmud, para ese entonces sólo niños, fueron trasladados a un orfanato en Accra pero en 2010 –el mismo año que Ghana estuvo a punto de meterse en las semis del Mundial de Sudáfrica- las cosas volvieron a complicarse y los hermanos Mahmud decidieron huir. Bayan pudo meterse en un barco en Cape Coast, pero se desencontró con Muntala. Tres semanas después, y tras un viaje que realizó como polizón, desembarcó en un país que no sabía cuál era.

Tras dos días durmiendo en las calles de esa ciudad que vaya uno a saber cuál será, pudo viajar a Buenos Aires, donde la hermandad africana –en este caso representada por dos senegaleses- lo acercó a la Comisión Nacional para los Refugiados (CONARE).

Mientras vivía en un hotel de refugiados, Bayan no olvidaba su gusto por el fútbol. Admirador de Iniesta y Dani Alves, un día fue a una plaza de Constitución a mirar cómo jugaban los muchachos del barrio. Hasta que se lesionó uno y lo invitaron a formar parte. Entró y el equipo que iba perdiendo, su equipo, dio vuelta el partido. A partir de ahí comenzó a ir más seguido, hasta que lo descubrió Rubén García.

García lo llevó a probar a Deportivo Italiano pero le recomendaron acercarlo a Boca, donde tendría más posibilidades. Y así fue. Bayan llegó a la entidad xeneize, convenció en la prueba y comenzó a jugar en las Inferiores. Y no sólo eso. Le dieron un espacio en Casa Amarilla, la pensión del club.

En 2014, ante la búsqueda de una entrevista sobre la Selección de Ghana, respondió: “Le pregunté a la gente que está armando mi libro y me dicen que no puedo colaborar”. “Le jeu du destin”, se llamó el libro que escribió la francesa Amira Souilem con prólogo de Marcell Desailly.

Estoy re-caliente. A mí me gusta jugar al fútbol, pero siento que estoy perdiendo el tiempo acá. Todos me chamuyan, me dicen que me van a hacer el contrato, pero eso no pasa. Encima, si jugase mal, lo entendería. Pero yo juego bien y sigo sin contrato”, dijo en junio de 2014 en una entrevista con Revista Brando.

Hoy, Bayan juega en el ascenso del fútbol francés. En agosto del año pasado, en su facebook personal, compartió una nota del diario Tiempo Argentino titulada con un textual: “En Boca sólo le hacen contratos a los jugadores de Gamarnik”. Aquella afirmación la hizo Santiago Krieger, quien tuvo que irse de Boca por no aceptar tener de representante a un empresario con mucho poder en el club desde los tiempos de Macri como presidente.

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El último africano en jugar en la Primera División del fútbol argentino fue el nigeriano Okiki Afolabi, en Talleres de Córdoba. Fueron 45 minutos ante Estudiantes de La Plata por el torneo local a fines de diciembre. En enero de este año, su representante Vicente Mastropablo, confirmó que el delantero no pertenecía más a la T y se fue rumbo al fútbol de Malasia. Emeka Oparaugo, también nigeriano, vino con Okiki y permanece en la Reserva del club cordobés.

Mientras tanto, el camerunés Arouna Dang Bissene aguarda su chance en Huracán y su compatriota Daniel Kombi comparte equipo con el Ogro Fabbiani en Deportivo Merlo. Orode sigue en Sportivo Barracas. Peter Onyekachi y Christian Ebere –campeón Sub 17 con Nigeria- esperan su oportunidad en Rosario Central. Y hasta Boca, con los cameruneses Christian Mayo y Junior Essawe, busca dar lugar a esta joven camada de jugadores africanos en el fútbol argentino.