Si algo hay que reconocerle a Joao Havelange es que ostenta unos números impresionantes. No solo murió con 100 (¡cien!) años de edad, sino que pasó casi un cuarto de ellos al frente de la FIFA. Fueron exactamente veinticuatro abriles, entre 1974 y 1998. En eso, solo fue superado por el francés Jules Rimet, que dirigió el organismo entre 1921 y 1954 (33 años), y cuyo nombre llevaba el primer trofeo de la Copa del Mundo – robado y nunca recuperado, se lo presume fundido para vender -.
El brasileño tuvo sus buenas y malas. Fue conocido en el mundo como dirigente, pero – curiosamente – antes fue deportista y participó en dos Juegos Olímpicos: nadador en Berlín 1936 e integrante del equipo de Waterpolo en Helsinski 1952. Dieciséis años al frente de la Confederación Brasileña de Deportes (1958-1974) fueron suficientes para catapultarlo al máximo sillón del fútbol mundial. Recién dejaría la CBD un año después, en 1975.
Su gestión en la FIFA estuvo marcada por la impronta empresarial. Con él nació el fútbol-show tal como se conoce actualmente. Su predilección por los formatos de torneo que llevaban el producto a nuevos mercados y aumentaban los ingresos por transmisiones televisivas hizo crecer a la entidad mundial a niveles insospechados, y acercó al fútbol a regiones del planeta que antes lo ignoraban. Por caso, fue quien llevó paulatinamente el número de participantes en el mundial de 16 a 32, y el principal propulsor de la llegada de ese torneo a Corea del Sur y Japón en 2002.
Eso merecería un reconocimiento sin discusiones, a no ser porque ese negocio creció – como casi todos los de esa magnitud –, con la sombra de la corrupción pisándole los talones. Entre otras cosas, Havelange fue interrogado por el congreso brasileño por enriquecimiento ilícito y tráfico de armas, pero su mancha negra más importante fue la de los sobornos que recibió por parte de la empresa que manejaba la televisación de los mundiales (ISL).
Los manejos espurios con la televisación del fútbol siguieron luego de su salida, dado que su sucesor – el suizo Joseph Blatter – había sido su asesor de confianza por más de una década. Así, el FIFA-Gate que se destapó durante los últimos dos años fue la explosión de una bomba que venía armándose desde hacía mucho, y cuyo primer ideológo no fue otro que Havelange.
Nobleza obliga, hay que decir también que desde mediados de la década del 80 tanto él como Blatter estuvieron acompañados por Julio Grondona. El hombre, que dijo que “no fue presidente de la FIFA solamente porque no hablaba inglés”, fue clave para la construcción de un estilo de conducción basado en el personalismo antidemocrático y que apañaba el enriquecimiento personal ilícito a costa de decisiones, muchas veces, insólitas (¿o alguien cree que el mundial de Qatar 2022 puede haber sido asignado de otro modo?). No solo fue íntimo de Havelange – a quien definió como “su maestro” – , sino que llegó a ser vicepresidente primero y tesorero del organismo en la gestión de Blatter.
En Sudamérica, esa rosca dirigencial se completaba con el paraguayo Nicolás Leoz – presidente de CONMEBOL entre 1986 y 2013 – y el brasileño Ricardo Teixeira. Éste último no solo presidía la Confederación Brasileña de Fútbol, sino que fue yerno de Havelange. Ambos están acusados de formar parte de una red de manejos muy poco transparentes.
Párrafo aparte merece la relación de Havelange con Diego Armando Maradona. Éste se negó a darle la mano cuando recibió la medalla de plata en Italia 1990 y lo definió como su “enemigo íntimo”. A pesar de que el brasilero sostuvo quererlo como “su hijo”, para el Diego la relación era “imposible“: “yo no tengo un padre hijo de puta“. Además, le dedicó dos de sus frases antológicas: “Havelange le vende las balas a uno y el rifle al otro” y “Havelange jugó al waterpolo, así que no puede hablar de fútbol”.
Murió, entonces, el precursor de un fútbol mucho más inclusivo, global y redituable, pero también de un estilo dirigencial sin concesiones que se vio manchado por la corrupción y que le creó muchos enemigos, entre ellos Maradona. Con lo bueno y con lo malo, falleció el padre de la criatura.
Comentarios