El nuevo Barcelona: 54 centros y ninguna flor

Barcelona sigue extrañando a Messi y pierde de vista lo que más extraña: su esencia, que parece haberse ido con Leo a París.

El equipo de Ronald Koeman no sólo extraña horrores a Lionel Messi, extraña su escencia, la cual dejó ir en pos de la salida del mejor jugador de su historia. Nadie dijo, ni pensó jamás que la “pérdida” del astro rosarino sea algo fácil de transitar. Pero Koeman parece haberlo tomado como excusa para apostar a un equipo repleto de pibes y sin las obligaciones que conlleva la institución.

Si el 0-3 ante Bayern Múnich horrorizó a los Barcelonistas de la Era Messi e incluso antes, el 1-1 ante Granada, por la 5ta fecha de LaLiga no hizo más que acrecentar el horror.

El Barcelona, la Masía, la pelota por el piso, la escuela de Messi, Iniesta, Xavi, tiró contra el área del Maximiano, la friolera de 54 centros. Sí, uno entró, gracias al coraje (los huevos, bah) de Ronald Araújo, el central uruguayo que ya se ganó su lugar vestido de Blaugrana.

La apuesta va por los Pedri, los Mingueza, los Puig, los Balde y los Ansu Fati, pero no puede ser esa la excusa ideal para asegurar: “es lo que hay”. No se trata de lo que hay, sino de lo que falta. Barcelona perdió a Messi, nada más. No tiene porque perder todo lo que aún le queda: su escudo, su historia, su estilo, su intención. Y parece haber metido todo eso en la valija que se llevó Lionel Messi a París. El grito desgarrador de “uruguayo” que profirió el Camp Nou luego del empate, tuvo más aroma al ascenso argentino que al teatro Catalán.

El club no pudo “fichar” este mercado como hubiese querido, a tal punto que ni retener a Messi pudo, pero de todas maneras, tiene el plantel más caro de toda Europa con jugadores que deben recordar quienes eran.

De Jong debe volver a ser ese mediocentro que deslumbró en el Ajax, Memphis llegó por tener el arco entre ceja y ceja. Luuk De Jong fue importante para el Sevilla en la conquista de la Europa League 2019/20.

El eje neerlandés está a flor de piel en el Barça. Claro, a De Jong, por ejemplo, no lo ayuda que su equipo tire ¡54 centros! la pelota debería viajar por el piso. Y si no puede ser así con el Granada, ¿cómo será con el Real Madrid?

Más de uno en Cataluña se santiagua sobre la figura de Johan Cruyff. Al Barça que le sobra acné y mucha vitamina neerlandesa, le falta darle bola al único de esos pagos capaz de marcarle el rumbo: el bueno de Johan, que aunque muerto hace años, fue el faro y guía culé antes de la llegada de un tal Lionel Messi.

¿Cómo se sale? Difícil saberlo. Está claro que el Barça espera a los proyectos que está tirando a la cancha por obligación. Con eso, mucho no hará. Al menos, en este tiempo.

El equipo no es candidato a ganar la Champions League, es más cabe preguntarse, si irá a la Europa League o si ni eso. Ningún año como este la posibilidad fue más real. Tampoco parece tener uñas de guitarrero para pelear LaLiga, el Real Madrid, el Atlético Madrid, el Sevilla e incluso el Valencia aparecen por encima del elenco culé.

Si bien es muy temprano aún, lo cierto es que Barcelona empezó mal LaLiga. No sólo por los resultados, sino más bien por la manera en que sale a encarar los partidos: sintiéndose menos Barça que antes.

Ya en los últimos años de Messi, el club tampoco pudo estar a la altura en Europa, con eliminaciones dolorosas y goleadas inolvidables. El proceso de precarización del fútbol culé viene dándose hace un tiempo. De hecho, ni Lionel Messi, con más de 30 goles por temporada, alcanzó si quiera para ganar LaLiga, mucho menos la Champions. Ahora, sin esos 30 goles, el panorama es aún más oscuro.

Dijo Piqué tras caer con el Bayern “es lo que hay”, dijo Koeman, tras un empate amargo ante el Granada: “Barcelona no es el de hace 8 años atrás. No se puede criticar al equipo hoy”.

Se sabe que el Barça no es el de hace 8 años. Messi tampoco. La diferencia es que Lionel sigue intentándolo lo mejor que puede, por eso, se mudó a París y pelea por ganarse su lugar en un equipo repleto de estrellas. El Barça, en cambio, se quedó postrado, adorando el póster de Messi. Encandilado por las luces de lo que ya fue e incapaz de reinventarse o, de al menos, seguir intentándolo. El problema no es “lo que hay”, más bien es “lo que quedó”.