“Esto es así, chicos: Uno está solo en el gimnasio, no hay nadie. Diluvia en Buenos Aires, las ganas de entrenar son muy pocas, las ganas de salir de la cama son muy pocas, no tener a nadie que lo motive ni que lo acompañe hace mucho más difícil todo. Pero el orgullo y el amor propio es mucho más fuerte, y yo estoy acá gracias a ustedes que son mis amigos, y siempre me bancaron cuando estuve muy mal. Entonces ahora todo el esfuerzo es para que puedan disfrutar verme jugar y para que durante muchos años más estemos todos juntos peleando porque yo pueda ser feliz adentro de una cancha. Les mando un abrazo y que cada uno en lo que haga deje todo. Si sale bien buenísimo, y si no, que se queden tranquilo que lo dieron todo”.
Abril de 2016. La participación de Juan Martín Del Potro en Río 2016 era todavía un sueño. Aún estaba empezando a quemar sus primeros cartuchos luego de dos años de actividad casi nula por culpa de sus muñecas, y de las operaciones para tratar de solucionar esos inconvenientes. Por eso estaba en el gimnasio aquel día gris, entrenándose buscando volver a ser el que fue.
Pasaron las semanas, y finalmente terminó usando una Protección de Ingreso para poder estar en la Cidade Maravilhosa, ya que su ranking (puesto 141) era insuficiente. Repetir una actuación como la de Londres 2012 sonaba como algo parecido a una quimera. Y más aún cuando el sorteo le terminó deparando como rival a Novak Djokovic. El mismo que quería completar el Golden Slam alzándose a lo más alto de estos Juegos.
Aquel debut, el cual muchos pensaban que iba a ser el único partido de los Juegos, terminó siendo triunfo en dos sets. Esos tie breaks que definieron la historia mostraron lo que era capaz de hacer. Terminaría siendo el puntapié inicial de una semana inolvidable, tal como lo definió en Twitter siete días más tarde.
En la ronda siguiente, ante el portugués Joao Sousa, también tuvo que jugar contra el cansancio, ya que fue apenas horas después del triunfo frente a Nole. Sin embargo, y pese a ceder el segundo set, terminó logrando el pase a octavos de final, en donde le sucedió algo similar, ya que, tras caer en tie break en el set inicial, se terminó imponiendo al japonés Taro Daniel por 6-1 y 6-2.
“Quiero que pase Bautista Agut para asegurar una medalla para España”. Eso afirmó Rafael Nadal tras vencer en su partido de cuartos de final, aunque en verdad, este Delpo, que ya se había cargado al mejor jugador del mundo, tenía más chances de aguarle sus sueños olímpicos que su coterráneo. Lamentablemente para él, el viernes el tandilense ganó en dos sets, por lo que al día siguiente debía encontrarse con el N°5 del mundo.
Ese encuentro merece párrafo aparte. Porque no se notaba que Rafa venía de dos partidos a tres sets, ya que al single se le sumó la final del dobles, al punto que el primer set termino yéndose para el de Manacor. Sin embargo, el segundo terminó siendo desnivelado en favor del argentino, y todo tuvo que resolverse en un tercero. No podía darse una maratón como hace cuatro años con Roger Federer porque ya no era a diferencia de dos al llegar al 6-6. Era tie break sí o sí. Allí, como hace siete años en el cemento de Flushing Meadows, la Torre, con tenis y agallas, pudo asegurarse la medalla, y hacer aún más inolvidable este regreso.
El partido ante Andy Murray era un auténtico bonus track. Porque más allá de la derrota frente a un tenista que históricamente le costó, supo que había ganado. Y no solo por la medalla en sí, sino porque pudo reencontrarse con el gran jugador que supo ser a finales de la pasada década e inicios de esta: “No sólo me sorprendí a mi mismo, sino al torneo, al mundo del tenis con el nivel que mostré. Por algo no abandoné el tenis, de arriba me tenían preparado esto”.
Todas esas horas en el gimnasio (y en la cancha practicando, claro), sin importar la condición climática, terminaron valiendo la pena. Porque Del Potro volvió a ser feliz dentro de una cancha, tal como quería hace cuatro meses.
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