Derek Edward Trotter, más conocido como “Del Boy”, es el nombre del protagonista de la serie “Only Fools and Horses”, que transmitió BBC One en el Reino Unido entre 1981 y 1991. Su éxito hizo que se produzcan especiales de Navidad hasta 2003. Y luego fue republicado como precuela, entre 2010 y 2011.
La serie cuenta la historia de este amigable personaje y sus andanzas en Londres. Cuando era joven, su madre murió y su padre se fugó, por lo que su hermano mayor Rodney se hizo cargo de él. Junto a Rodney y su abuelo, vive en el distrito de Peckham, intentando sobrevivir.
Lo que distingue a Del Boy es su actitud. Sus ganas de vivir. Su felicidad. Del Boy es pobre, pero no se conforma con eso. Él quiere ser rico. Millonario. Y como no lo es, aparenta serlo, mientras, con algunos negocios raros y un poco oscuros, lo intenta. No tiene éxito, pero su total confianza y seguridad en sí mismo hace pensar que lo va a conseguir pronto.
Hoy, después de cinco sets para el infarto, que duraron cuatro horas y 43 minutos (la semifinal más larga de la historia en Wimbledon), el público inglés del All England Club se animó a llamar a Juan Martín Del Potro como Del Boy. Por juego de palabras con su apodo y por similares características en su juego durante este increíble partido ante Novak Djokovic.
El primer set fue parejo. Como se esperaba. Ambos llegaban en un nivel altísimo, sin ceder sets y con toda la expectativa. Sus saques fueron la clave para la paridad. En el sexto game, el argentino tuvo la primera dificultad. El número uno tuvo un punto de quiebre, pero no pudo concretarlo. Sí lo hizo en el segundo, que llegó en el duodécimo juego, luego de que la igualdad se mantuviera. Fue 7-5.
Pero Del Boy no se cayó. Y salió a hacer lo que sabe: dar todo en las instancias difíciles, ahí cuando parece que el objetivo está cada vez más lejos. El tandilense, luego de una atención médica por prevención, levantó cuatro breakpoints (otra vez en el sexto game) y entendió que debía salir adelante. Quebró en cero el saque del servicio a fuerza de enormes devoluciones, made in Tandil, y se aseguró la segunda manga por 6-4.
El tercer parcial revivió la paridad del primero. Juan Martín se repuso a un triple set point y llevó las acciones al tiebreak, cuando menos se lo esperaba. Allí no pudo rendir como lo venía haciendo: todavía debe estar pensando en ese smash que falló en la red con el desempate 2-3. Ese fue el punto de inflexión que puso a “Nole” al frente del partido de nuevo.
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La emoción llegó en el cuarto set. El intercambio de golpes fue increíble. Emocionante. El juego cobró una intensidad altísima que se prolongó al público en el Centre Court y a todo un país que lo vio desde su oficina, su casa o desde la calle, a través de bares o en las vidrieras de los locales de electrodomésticos. Cada punto parecía definir el partido. Nuestro Del Boy aguantó la presión de estar abajo y siguió intacto la senda que lo llevaba a su objetivo. La derecha estuvo en su mejor momento cuando la necesitó. Lo mismo el revés. Y ni hablar del saque. Con sus armas, Del Potro le plantó cara al mejor Djokovic.
Una vez más (tercera en el partido) debieron ir al desempate. Ahí se dio la heroica: estando 4-6 en el tiebreak, es decir, con dos matchpoints en contra, el argentino sacó chapa de Top y se lo llevó por 8-6. El encuentro merecía un quinto capítulo. La jornada se tornaba dramática.
Allí la lucha se hizo física. El cansancio de cuerpo y también de cabeza desgastó a ambos. Pero más a nuestro héroe. Por eso aprovechó Djokovic, que entendió que debía dar un esfuerzo más y se movilizó más que nunca. Quebró en el momento justo y no dio opciones con su saque. Lo cerró por 6-3 y accedió a una nueva final de Grand Slam. Por algo es el #1.
Qué decir del argentino. Demostró que en las difíciles aparece, que el mote de “pecho frío” que vaya a saber quién le puso y muchos adoptaron siempre fue una mentira, que su tenis está más vivo que nunca y que tiene juego de Top 5, aunque su ranking diga otra cosa (desde el lunes será 7). Pero, por sobre todas las cosas, demostró que el apodo de Del Boy no le queda mal. Es ese pobre que intenta ser como los ricos, que pelea por conseguirlo y que genera la adhesión del público que entiende su posición. Delpo no es Djokovic, no es Murray, no es Nadal. Pero puede con ellos. Hoy, Del Potro fue Del Boy. Ese luchador incansable, que nunca se rinde. Y que ya va a lograr lo que merece.
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