De la corbata de Angelito a las lágrimas del Muñeco, postales del Superclásico

Se jugó el Superclásico con el condimento del regreso del público al estadio y para los hinchas de River fue inmejorable. Fue victoria, clarísima, cristalina, aunque el 2-1 diga otra cosa. De yapa, el equipo quedó líder (hasta que hoy juegue Talleres) y Julián Álvarez, la última gema de la cantera, tuvo el Superclásico soñado, en el que hasta Leo Ponzio se dio el gusto de jugar un puñado de minutos y recibir un baño de masas.

El primer gesto bien Millonario de la tarde lo dio el DT, que eligió para la ocasión la corbata de Ángel Labruna, el ídolo máximo de la institución. Aquella icónica corbata, entre azul marino y negro, con la banda con los colores de River dibujada, lució sobre el pecho del Muñeco que vivió una tarde especial: se bañó en la ovación de los hinchas, festejó muchísimo cada gol (sobre todo el segundo) y terminó con lágrimas en los ojos. Después, dijo que era por la emoción de volver a la cancha, pero lo cierto es que dio varios indicios que podrían marcar que el de ayer fue su último Superclásico en esta primera etapa como técnico de River. Una etapa llena de gloria, claro.

El Muñeco y el homenaje a Ángel Labruna.

En lo que fue el partido, hay que decir que a River se le resolvió la tarde gracias a Marcos Rojo primero, y a Sebastián Battaglia después. El primero porque pegó dos patadas de amarilla en un lapso de 10′.

La primera, irrefutable, la segunda algunos la discuten, lo cierto es que el experimentado defensor pareció un principiante. Lo fue a buscar a Romero contra la platea San Martín y el alarido del público hizo el resto. Para completar el panorama, Sebastián Battaglia mandó a la cancha a Lisandro López y sacó a Edwin Cardona, el único capaz de convertir una pelota parada en oro y de dar un pase entre líneas, de los 11 que había puesto. Así, se sacó la responsabilidad del partido y se la pasó a River.

Minutos después, Julián Álvarez dibujó una perla que habla de lo que es el delantero. Se llevó la pelota a pura potencia ante la siesta de Agustín Almendra, enganchó ante Jorman Campuzano y mandó un mísil tierra-red que dejó sin asunto a Agustín Rossi. Con el 1-0, Boca con 10 y Cardona haciéndole gestos a la gente, River se hizo dueño, amo y señor del partido.

Llegó al 2-0 antes del final, tras otro yerro de Rossi, que entre Milton Casco y Santiago Simón (¡Partidazo, pibe!) convirtieron en una pared-asistencia para que el “9” vuelva a hundir el arco Xeneize y haga que River siga transitando por la calle palermitana del gol: Julián Álvarez, claro.

Con el 2-0 al finalizar el primer tiempo, todo hacia presagiar una goleada. Una goleada que no llegó porque Boca se armó para bancar el 2-0 y River prefirió hacer correr la pelota y no ser tan voraz.

De todas maneras, tuvo dos remates de Simón de frente al arco, un mano a mano de Jorge Carrascal y hasta un tiro en el palo de Fabrizio Angileri. El descuento de Boca fue anecdótico y termina dibujando un resultado mentiroso a la tarde. Ayer, entre el elenco de Gallardo y el de Battaglia hubo, al menos, tres goles de diferencia.

Marcelo Gallardo, que alguna vez tuvo que jugar su último partido en River desde el banco porque Ángel Cappa no lo puso, no quiso que a Leo Ponzio le pase lo mismo. Con el 2-0, el Muñeco envío al capitán a la cancha. Inmediatamente, la cinta abandonó el brazo de Armani y fue a parar al de Leo. Cada vez que el de Las Rosas tocó la pelota, desde los 4 costados bajó una cerrada ovación para quién está jugando sus últimos minutos con la camiseta de River y como futbolista profesional.

Tomala vos, dámela a mí…

Para el final, quedó Enzo Pérez como director de orquesta de un festejo que se apoyó en las cuatro tribunas y que tuvo al mendocino como el nexo entre la multitud presente en Udaondo y Alcorta y el plantel. Orquestó un festejo que incluyó el célebre “Minuto de silencio” y una ovaci´ón a la carta para Leo Ponzio, que se retiró del césped ovacionado por sus propios compañeros.

Fue una tarde redonda para River. Ganó el Superclásico, se quedó corto en el resultado, tuvo picos altos en los pibes del club, Julián y Simón, principalmente y terminó con su DT con los ojos humedecidos y la corbata de Angelito sobre el pecho. Inmejorable domingo para todo el mundo River que en la post pandemia, llenó su estadio (¿Y el 50%?) y vivió una fiesta interminable. Y, de yapa, ante Boca, su máximo rival.