La cancha de futsal del Predio Julio Humberto Grondona era un lugar tristemente célebre para la historia de la Asociación del Fútbol Argentino. Allí, el 3 de diciembre, se produjo la noche del empate 38-38 en una elección con 75 votantes que dirimía quién iba a ser el presidente de la AFA, si Luis Segura o Marcelo Tinelli. Sin embargo, fue allí donde semana a semana se entrenaban quienes casi nueve meses después iban a volver poner a la albiceleste en lo más alto de una competición FIFA, tras los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
En diciembre de 2013, Diego Giustozzi estaba por hacer sus primeras armas como entrenador, tras retirarse con apenas 35 años. Pero su primer trabajo a cargo de un equipo terminó siendo con Argentina, tras recibir el llamado de Fernando Larrañaga, quién iba a dejar su cargo de entrenador del seleccionado para pasar a ser coordinador general.
A pesar de que su estancia es corta, ha logrado muchos éxitos, como la Copa de las Naciones, habiendo vencido en la final a Brasil como local, ni más ni menos, también la Copa Continental, ambas de 2014, y la Copa América de 2015, además de haber sido finalista de los Juegos Odesur de 2014, y del torneo clasificatorio para este Mundial. No obastante, en mayo pasado, la dura caída en el encuentro decisivo de la Copa Sudamericana contra la verdeamarela por 2-6 desató una pequeña controversia.
El periodista Sebastián Vignolo lo criticó fuertemente por la goleada recibida, siendo una de sus frases más resonantes “si quiere dirigir que se ocupe de dirigir y no de lo que otros tienen que manejar”. Horas después, Damián Dupillet, presidente de la Comisión de Futsal y Futbol Playa (y quien semanas más tarde sería presidente interino de AFA), sacaría un comunicado repudiando sus dichos y defendiendo al entrenador.
Giustozzi, por su parte, en su Facebook no hizo foco en el relator sino en Claudio Frino, responsable del programa que tiene en Fox Sports (canal donde trabaja Vignolo) sobre este deporte: “Somos incompatibles, tenemos distintos valores personales y antepone el beneficio personal al colectivo, así que nunca nos pondremos de acuerdo”. Sin embargo, previo a la final, el “Pollo” admitió en su twitter que aquella crítica fue errónea.
Al margen de esta polémica, el mayor mérito de Giustozzi fue potenciar a una escuadra que, sin nombres descollantes, a diferencia de Brasil y Portugal, que tenían como cartas fuertes a Falcao y Ricardinho, respectivamente, logró funcionar como equipo: la contundencia en ataque (sobretodo en los últimos dos partidos), y la intensidad y seguridad en defensa (valla menos vencida del mundial con apenas 11 goles recibidos), fueron un cóctel que terminó depositando a la selección en la gran final, mejorando lo hecho en China Taipei (denominación de Taiwan para la FIFA) doce años atrás, cuando terminaron cuartos.
Más allá de las zozobras en los segundos finales, Argentina supo aprovechar cuando gobernaba en el partido, y también después de los dos primeros goles de Rusia, aclarando un panorama que pintaba oscuro. Cuando eran sus rivales quienes dominaban, tanto los quites en defensa como las atajadas de Matías Sarmiento impidieron que la historia fuese otra.
Que un seleccionado triunfe a pesar de sus dirigentes es un milagro laico. Pasó con la mayor, más allá de que su karma es similar a la de los rusos en el 40×20 (con esta es la cuarta final al hilo que pierden). Y ahora pasa con el futsal, aquel equipo que forjó este título en el mismo lugar en donde se empató una elección por un “voto pegado”.
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