Ball

48 centímetros de diferencia

La pequeña (sólo en estatura) Paula Pareto y el gigante (no sólo en estatura) Juan Martín Del Potro fueron, sin dudas, las historias del primer fin de semana olímpico.

Pareto y Del Potro
Pareto y Del Potro

Ella mide apenas 150 centimetros. Él, 198. Ambos entraron en la escena grande del deporte en 2008, aunque en contextos distintos: mientras que Paula Pareto se llevó el bronce en los Juegos Olímpicos de Beijing en judo, Juan Martín Del Potro, casi en paralelo, lograba en tenis el Abierto de Los Ángeles, tercero de sus cuatro torneos ATP consecutivos (antes se impuso en Stuttgart y Kitzbühel, y luego en Washington). Y ahora en apenas dos días de diferencia, terminaron shockeando al deporte argentino.

Pareto vivió su mejor olimpíada, con un título mundial en 2015, y un subcampeonato en 2014, más la medalla de plata en los Juegos Panamericanos de Toronto, y en el certamen continental de este año. Como si eso fuera poco, se recibió de médica. Pero, claro, todo lo que consiguió después del agrio quinto puesto en Londres tenía que ser refrendado en Río.

Por el lado de Del Potro, sus cuatro años posteriores al bronce obtenido en el verde césped de Wimbledon fueron un calvario. Tras ello, empezaron a aparecer problemas en la muñeca izquierda, en donde se operó tres veces, y si bien jugó durante gran parte de 2013, fueron contados los partidos en donde estuvo en 2014 y 2015. Parecía lejano aquel 2009 en donde obtuvo el US Open. Y las voces críticas en parte de la opinión pública (y también de quienes la forman) se empezaron a escuchar cada vez más. Reapareció en febrero en Delray Beach. Estaba en el puesto 1045 del ranking. Y de a poco, subió al 145°, exactamente 900 escalones.

El sábado, Pareto salió a escena en el tatami de la Arena Carioca 2. Primero fue la rusa Irina Dolgova, con quien se enfrentaba por primera vez, y allí logró su único ippon de su travesía. Luego, la húngara Eva Csernoviczki, a quien ya había derrotado en otro cuarto de final, pero de aquel Mundial ganado, y fue triunfo por waza-ari.

Tras una larga espera, Ami Kondo la esperaba en semifinales. Fue quien postergó su consagración en un mundial al derrotarla por tener menos sanciones disciplinarias (la Peque tuvo dos amonestaciones contra ninguna de la nipona). Esa revancha pudo concretarse, al vencerla también por waza-ari, y llegar a la final.

Otra asiática, la coreana Jeong Bo-Kyeong, la estaba esperando. También se enfrentó con ella en el glorioso Astana 2015, donde por juko fue finalista. Y a poco más de un minuto del final, otro waza-ari más fue el que terminó dándole el oro, para ponerle el broche de ídem a esos muy buenos cuatro años. Aquella lucha final fue con kimono azul. Como en Beijing. Y como en Kazajistán. Casi haciendo calcados aquellos festejos.

Del Potro también arrancó bien temprano su jornada. Pero no fue por algún partido en sí (de hecho, ayer se impuso en el dobles con Máximo González). Sino por el atascamiento que tuvo en el ascensor, del cual tuvo que ser rescatado por integrantes del seleccionado de handball. Sin embargo, salió a la cancha por la noche para enfrentarse con Novak Djokovic en un auténtico “cruce de la muerte”.

Y en ese partido, Delpo volvió a ser Delpo. Porque si bien tuvo buen nivel durante su regreso al circuito, en esta auténtica prueba de carácter, y encima contra el número 1 del mundo, terminó dando la talla con creces. Nunca le dio la chance de quebrar al serbio (Nole a la Torre de Tandil sí, pero no pudieron cristalizarse esos break points), y en los tie breaks, sobremanera el segundo, pareció verse a aquel gran campeón de 2009.

Quizá pueda sonar exagerado, pero se podría decir que, tras el partido, pasó por su cabeza todo lo ocurrido durante los últimos cuatro años: desde la medalla de bronce, hasta ese mismo punto final, pasando por la muñeca izquierda que amenazó con ponerle punto final a su carrera. Esa puede ser una posible explicación del desahogo final, que mezcló tanto alegría como incredulidad.

A pesar del saludo de rigor en redes sociales, el mejor gesto de Del Potro con Pareto fue haber encarnado uno de sus preceptos: “Como dijo la Peque ayer, no hay imposibles”, dijo el tenista tras el triunfo. Hay 48 centímetros de diferencia entre ellos. Pero eso es solamente en el plano físico: la grandeza fue lo que mostraron en el fin de semana.