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No más barones en el conurbano

Se terminó la reelección indefinida para los intendentes de la provincia de Buenos Aires. ¿Por qué es tan importante? ¿Existe algún aspecto cuestionable en la medida?

Julio Pereyra, intendente de Florencio Varela, cumplirá 27 años en el poder en 2019. Raúl Othacehé, de Merlo, llegó a los 25 en diciembre pasado, luego de ser derrotado y dejar su cargo. Alejandro Granados, único intendente de Ezeiza desde su creación en 1995, lleva 21 años solo interrumpidos para ser Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires (en ese lapso fue reemplazado por su esposa). Y la lista sigue… Algunos partidos de la provincia más poblada del país fueron paulatinamente dominados por una sola persona en lo que a política se refiere. Era prácticamente imposible para los candidatos opositores ganarles una elección. Sin embargo, eso cambiará pronto: la nueva norma no permite más de una reelección consecutiva.

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Julio Pereyra, intendente de Florencio Varela. 24 años en el poder.

Un informe de CIPPEC arroja un número más que concluyente: desde la vuelta de la democracia, 8 de cada 10 intendentes que intentaron ser reelectos en el conurbano lo consiguieron. Además, la brecha entre el primero y el segundo lugar fue – en promedio – agrandándose con el tiempo. ¿Por qué se dio esta dinámica? Es claro que la norma lo permitía, pero esa no puede ser la única razón: no todo lo que las reglas habilitan sucede en la práctica. En principio, votar al oficialismo es un atajo informativo para el elector, porque es más fácil elegir a alguien que puede mostrar gestión que a quien no. El que desafía sin poder mostrar hechos debe ser necesariamente más persuasivo. Sus argumentos son su única arma.

Además, el manejo del dinero del Estado es siempre un factor importante. Resulta más factible para un partido construir estructuras territoriales eficaces y retribuir favores políticos si se cuenta con los recursos públicos que si no. Nótese que esa retribución no siempre es un hecho ilícito: es suficiente, por ejemplo, con darle prioridad en la obra pública a ciertas zonas del distrito sobre otras menos afines. Finalmente, el conocimiento del territorio genera un contacto intertemporal fluido de los intendentes con instituciones que pueden contribuir a su poder desde las sombras, complicándole la vida a los opositores (por ejemplo, la policía).

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Raúl Othacehé, ex-intendente de Merlo. 25 años en el poder.

La combinación de esos (y otros) elementos ha dado pie a un círculo vicioso particular. Puesto que su creciente poder permitía a los intendentes ser reelegidos por un margen cada vez mayor, la cantidad de concejales que respondían a ellos también se incrementaba (porque en la provincia de Buenos Aires no se puede cortar boleta entre intendente y concejales). Eso los blindaba ante potenciales controles legislativos. En el ámbito federal, también lo hacía el potencial doble filo de su estructura territorial: ni la gobernación ni la presidencia querían tener problemas en el conurbano, por lo que hacían la vista gorda ante situaciones poco claras – por ejemplo, hechos de violencia política -.

La situación, claramente, no daba para más; por eso, es de celebrar la decisión de los diputados y senadores provinciales. La nueva normativa dará lugar a gestiones más transparentes, dado que la amenaza de la competencia real hace que los dirigentes se esfuercen más para lograr sus objetivos de política pública.

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Alejandro Granados, intendente de Ezeiza. 21 años en el poder.

Ahora bien, ¿tiene la reforma algún aspecto cuestionable? Potencialmente sí: es posible discutir la eliminación de la reelección para concejales y legisladores provinciales. Existe entre los expertos cierto consenso con respecto a la relevancia de la carrera legislativa: se asume que la experiencia acumulada de los legisladores los lleva a especializarse en determinados temas y a generar más y mejores proyectos. Es cierto que en la provincia de Buenos Aires la tasa de reelección legislativa no ha sido especialmente alta, pero no es obvio que sea deseable vetar normativamente la posibilidad de hacer carrera.

Además, tampoco es claro que sea equiparable un cargo legislativo – ya sea provincial o municipal – con una posición de intendente, que tiene a cargo todo el manejo presupuestario del distrito. Un problema colateral de este punto de la reforma es que si en algún momento (por estas razones o por otras) se decidiera volver atrás, el costo político de proponer la reelección legislativa indefinida sería muy alto, por lo cual no parece ser una medida reversible. Es necesario que los dirigentes políticos sean conscientes de eso al tomar este tipo de decisiones.