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El arte de la música no tiene freno

Ante un percance de locación, el bar los dejó en la calle y sin escenario para su show. Pero para Miniaturas de un Pavote esto fue sólo un escollo, se buscó otro lugar, se movilizó a la gente y el arte se hizo presente. ¡Eso es Rock mamá!

De cierto bar, para no tirar malas energías nombrando mal a nadie, se terminó en Tiggano. Un pub de Ramos Mejía que tenía como dueño a una persona que abrió los brazos al arte. Faltaban pocos minutos para que se cumpla el horario pactado del inicio del evento, su bar estaba con algunas mesas ocupadas y con la mejor onda cedió su espacio para que las bandas hagan su música. Por cosas de la suerte o la mala suerte, como se quiera ver, el recinto era mucho más amplio, cómodo y con mejor calidez humana para el show. Una vez confirmada la mudanza, bien lo definió Gonzalo Rodríguez Franco (guitarrista) “el arte de la música loco” riendo, celebrando la solución del problema y yendo a buscar algunos elementos al otro bar. Dando en la tecla de lo que realmente vale a la hora de expresarse, y que no importa más que salir a tocar.

En la fresca noche de abril entonces la banda estaba por dar su primer show en el oeste y traía consigo la presentación de su primer EP Cintas Borradas, un material en busca de recordar la cuestión de mantener siempre viva la memoria y las raíces. Entre amigos y familia, había también un segundo motivo del evento. Como parte ya de la banda estuvo la gente de Clave Solidaria recolectando donaciones para el comedor “Las manos solidarias”, de La Matanza. (Para colaborar puede hacerse en cualquier momento, contactandose por medio de las redes buscándola bajo el nombre de la agrupación). Hay entonces mucho más que música entre los Pavote y la gente que rodea a la banda.

Mientras se ajustaban algunos detalles de sonido en el escenario, Facundo Piris deja su bajo por ejemplo para ir a regular últimos detalles en ecualización de su amplificador, la tracción a sangre y a pulmón está visible en la banda. Cuando sobre las mesas se fueron acomodando despacito, no dejando pasar la oportunidad de pedir su cerveza y alguna que otra cuestión para picar. La faceta empresarial del sujeto que manejaba el bar, salió a destacar este gesto monetariamente obvio que lo beneficia. Pero, dejando esto en un segundo plano, abrió su opinión ante el micrófono para decir “Además de ser dueño del lugar, soy músico. Así que si los chicos vuelven y siguen convocando esta cantidad de gente como hoy, nunca van a tener que pagar por tocar acá. Pueden volver todos cuando quieran”. Sentando base y marcando una postura política, que tanto hace falta ante otros viles empresarios que lucran a cuesta del arte abusando de las bandas que necesitan lugares para tocar.

Finalmente llega el momento de la música, y allí estaba el quinteto para lanzar su rock. Abriendo con el primer tema del EP “Principia”, marcan cancha de para dónde va la cosa en sentido de los matices. Pegadito y para tocar algún que otro corazón piojoso en la sala hacen “Cruel”, agitando los trapos con el mítico tema del primer disco de Los Piojos. Interactuando libremente y más que agradecido por la noche de hoy, Tomás Grandinetti (Voz) fue llevando el show entre tema y tema dialogando constantemente con la gente. Siguiendo entonces presentando su último material hacen “Cintas Borradas”. Dejando espacio para el juego entre los arreglos de ambas guitarras.

La banda lleva ya casi año y medio tocando, pero hay una historia detrás en el tiempo que los tuvo reunidos en otra agrupación músical. Bajo otro nombre, pero siguen siendo algunos de ellos los que tocaban esos mismos temas. Entre esas canciones, tocaron “Bestias”, un rock de retórica melancólica y guitarras que rugen por detrás de la melodía de la voz. Siguen después con “Apagón”, a medio tiempo y con rasgueos de guitarra casi llorando la historia.

A mitad del show invitan a Pamela Siffredi Silveira, quien aportará esos timbres de voz femenino sobre el escenario, y hacer un tema que no entró al EP, “¿Dónde quedarán?”. Acompañada sola con la guitarra de Guillermo Ceñal, hasta que la chancha suena desde la batería de Juan Ignacio Stanley y abren pista el resto de los instrumentos, quedando a dúo Junto a la voz de Tomás. Se queda un rato más sobre las tablas y hacer una versión de “Spaghetti del Rock”, de Divididos. Segundo guiño estilístico, o de influencias, que la banda va marcando con los covers al tocar.

Nuevamente con la formación original, vuelven al rock filoso con tema de ellos. Así sumaron “Plantado” y “Consumo demencia”, un poderoso rock delineado por la distorsión. Ya como tercer marca e interpretando otro tema ajeno, hacen “Nuestro amo juega al esclavo” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Dejando espacio para hacer referencia a la actual lucha docente como parte del gremio, sumándose a la causa desde su lugar y afirmándose en que darán lucha sin bajar los brazos.

Llegando al final del corto pero intenso show, despidiéndose más que agradecidos a todos los que se hicieron presentes en la noche de Ramos. Que a pesar de los imprevistos, pusieron pecho a la situación y demostraron su pasión por el arte que eligieron hacer. Así casi ilustrando la actitud de la banda, hacen “Libres”. En un abrazo casi fraternal, el show terminó en la vereda del bar, con algunos de la banda, familia y amigos, saludando y brindando con cervezas por la buena onda que cubrió el aire desde el primer momento. Sin eso, a veces no se puede hacer música. O al menos hace que todo valga mucho más allá de la música.