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Diez años sin Julio López

La mañana del 18 de septiembre de 2006, debía presentar su alegato y su testimonio era sustancial para poder reconstruir lo acontecido en el "círculo Camps". Diez años han pasado de su segunda desaparición sin novedades.

Un 27 de octubre de 1976 Jorge Julio López fue secuestrado y estuvo detenido ilegalmente, hasta el 25 de julio de 1979, día en que lo soltaron. El 18 de septiembre de 2006, desapareció. Se cumplen 10 años de su segunda desaparición forzada y López se evaporó: nadie sabe nada.

En el medio de un período de veinte años donde el caos económico e institucional fluía entre las grietas de una Argentina que no había empezado a sanar aquellos años horrorosos, el Gobierno puso en agenda aquel tema perdido entre un mar de funcionalidad política a la dictadura: juzgar a quienes lo merecían, sin indultos.

Nunca Más, el imaginario social que tiene como base la Memoria, la Verdad y la Justicia, la resistencia popular a que esto vuelva a suceder, las marchas, el feriado del 24 de marzo, los nietos recuperados, los nietos que faltan, los juicios, los que murieron encerrados, los cuerpos que quedan por encontrar, los que ya se encontraron; todos éstos símbolos de una unidad social que se funda en base a la experiencia de la dictadura cívico-militar se recrudecen ante la amenaza cercana de algo que altere este equilibrio democrático y de libertad de expresión: y la desaparición Julio López es ese algo.

La funcionalidad política, judicial y policial paralela a las pequeñas células represivas que siguen existiendo son el cóctel que forma la barrera para que aún hoy, a diez años de su desaparición, la investigación no haya avanzado demasiado.

Ese mismo agujero negro que se tragó a muchos e interpelaba a sus familiares con ese famoso “algo habrá hecho”, es el mismo responsable del final de López. Y ese agujero negro tiene nombre y apellido.

La mañana del 18 de septiembre de 2006, Julio López debía presentar su alegato en los tribunales de La Plata. Salió de su casa por voluntad propia y uno de los últimos testigos, un vecino suyo, lo vio parado frente a las fachadas de las casas y de espaldas a la calle, en la vereda de la casa de una mujer policía de la Bonaerense, que se encontró que tenía contacto con Miguel Etchecolatz. Esa casa no fue allanada.

La primera dirección de búsqueda estuvo asociada al criterio de una especie de shock traumático que podía haberlo hecho extraviarse. Tanto la familia como sus abogados pensaron que iba a tener una solución rápida, aunque hubo cierta facción que olía aquellas prácticas del pasado. Al tiempo que no hubo novedades, quedó descartada la hipótesis del shock: alguien, en algún lado lo hubiese visto.

A diez años de la desaparición de Jorge Julio López, el mismo Miguel Etchecolatz que hace apenas dos años mostró un papel de su puño y letra que decía “Jorge Julio López, secuestrar” (mientras transitaba la sentencia por el juicio de La Cacha), tiene otorgada la prisión domiciliaria por el Tribunal Federal Oral Nº 1 de La Plata, aunque sigue recluido en prisión.

Jorge Julio López es la reminiscencia de 1976-1983. Es ese tipo, al que le sacaron todo lo que pudieron mientras lo tuvieron detenido, lo torturaron, y cuando finalmente lo dejaron libre, rearmó su vida sin contar una palabra. Los años y la coyuntura política lo ayudaron a hablar: a rearmar una historia para él (qué había escrito todo en bolsas de cemento, reversos de los almanaques y demás superficies insólitas, cotidianas y privadas), para sus hijos que escucharon su historia por primera vez en junio del 2006, en su última declaración judicial.

Ph: Jorge Acuña.
Ph: Jorge Acuña.