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Queríamos tanto a Luis Miguel (¡Y no lo sabíamos!)

¿Cómo es que Netflix logró que toda una generación que lo negaba, de pronto, hable y cante a Luis Miguel? ATENCIÓN: CONTIENE SPOILERS.

Luis Miguel y Diego Boneta
Luis Miguel y Diego Boneta

Un villano más malo que los de las películas de Disney, una desaparición que es verídica y le da ribetes de thriller por momentos, un plus de condimento argento necesario para terminar de empatizar y todo formando parte de la vida, hasta ahora poco conocida, del artista más grande de Latinoamerica: Luis Miguel.

Todo eso tiene la historia que se ha convertido en el furor de Netflix post “Casa de Papel”. Nombres como “Berlín”, “Tokyo”, “Río” y “El Profesor” fueron reemplazados por “Luisito Rey”, “Marcela”, “Hugo López” y “Alexito”. Pasamos de aprender insultos en español (aunque Luisito Rey mantiene unos cuántos) a escuchar, periódicamente, los “Chinga tu madre”, “Güey”, “Chingonas”, “Cabrón” y demás descalificativos mexicanos.

“Luis Miguel: La Serie” se ha convertido en el fenómeno que ha pulverizado la barrera entre lo que era “la música que escucha mi mamá” y nosotros. Cuando eramos niños, Luismi estaba asociado a las mujeres, a las fans, a la histeria y a llenar Vélez. Todos nos hemos encontrado cantando en algún boliche “Suave” o “Será Que no me Amas” o “Ahora te puedes Marchar” pero de ahí a admirar o querer al Rey Sol mexicano detrás de esos hitazos circa 90s había un trecho. Siempre, Luis Miguel, fue terreno de Mamá (y quizás de papá). Melódico, romántico, meloso. Luis Miguel estaba out de nuestras preferencias.

Sin embargo, ahora no podemos dejar de cantar sus canciones, de odiar a Luisito Rey, de querer torcer el final tortuoso de Marcela o de compartir un whisky con Hugo López y McCluskey. “Netflix” consiguió acercar a Luis Miguel a una generación que siempre le dio la espalda. Que no sabía nada de su dura historia de vida, ni que era capaz de empatizar con el origen de los ‘lentos’ que más de uno ha bailado en algún “asalto” como “La incondicional” o “No me Platiques más”. Incluso, seguro que varios de los que esperaban ansiosos los domingos a la noche, quizás debieron recurrir al Google para descubrir a Armando Manzanero.

El Rey Sol ha renovado su popularidad de la mano de una biopic cuyo primer mérito es es ser cruda, descarnada y sincera. La vida de Luis Miguel, una joven estrella explotada por su vividor padre, lejos estuvo de ser un lecho de rosas. Hijo de un frustrado artista, Luismi fue un prodigio vocal que edificó su carrera en base a la ambición desmedida de su padre que siempre se impusieron a los intentos vanos de su madre por traerlo a una vida más normal. A los 13 años, Luis Miguel ya era una estrella fulgurante en México. Hoy, a sus 48, Luismi se salió un poco del centro de la escena de la música Pop, pero sin duda, esta serie, su éxito, su humanidad y realidad volverán a ponerlo en el centro de la escena.

La serie contiene perlas para los fans de siempre, pequeñas historias que son capaces, además, de captar a los nuevos seguidores. La historia de su primer romance con Mariana, como su final abrupto da paso a la canción “Culpable o no”, el entrenamiento militar al que debió someterse antes de grabar “La Incondicional” o la historia detrás de “Romance”, el disco que convirtió a Luis Miguel en una estrella a nivel global y que le dio un giro a su carrera, la sacó del lado más pop y juvenil, y la volcó a los boleros y el romanticismo con el que reventó Vélez cada vez que se lo propuso.

Para quienes no gusten de Luis Miguel, pero sí de la historia, también ofrece el acceso al detrás de bambalinas de como se maneja el negocio para un artista de su importancia, desde las negociaciones con las disqueras, el armado de las agendas, el manejo con la prensa. El misterio con el que Luis Miguel siempre manejó su vida privada (que queda claro que no le quedó otra con ese padre y la historia desgarradora de su madre) es el prologo ideal para entrar de cabeza en la serie.

La actuación de Diego Boneta como el Luis Miguel que se despega de Luisito Rey, de Ana Favella como la sufrida Marcela y de Luisito Rey, con ese look tan Don Ramón pero con falopa, whisky y un penthouse en el DF, que se hace odiar con la misma celeridad y fuerza que uno ha sabido odiar a los grandes villanos de las telenovelas y series, son también necesarias para encariñarse con la historia.

Terminada la primera temporada, el propio Luis Miguel se ha sacado una foto con su “yo” en la serie, en un claro guiño de conformidad con la serie o, al menos, con lo que generó. Se vienen 20 capítulos más, en la segunda y última temporada, que contarán los hechos en la vida de Luismi desde 1992 a la actualidad, algunos de sus romances que nos han llegado por las tapas de las revistas y como su carrera siguió en un avance meteórico que recién hace unos años parece haberse pausado. Seguramente, ahora volverá a tomar fuerza. No es para menos: hay todo un público que conoció, bancó y ahora sí quiere admitir que siempre le gustó Luis Miguel. Aunque algunos, aún, no lo sabían.