Disonante. Filosa. Combatiente. Loli Molina, parte de una nueva generación de trovadores engaña con su voz y su personalidad sosegada. Lo sabe. Entiende perfectamente que su aspecto y la primera impresión que se pueda tener de ella dista muchísimo de lo que ocurre por dentro. “Soy muy oscura”, dirá en charla con Rockandball en unos minutos, para luego rescatar que “la poesía puede ser algo horrible”, diferenciando  de aquello que como virtud lo enaltece entre las cosas “bonitas”. De apariencias, misterios, diamantes y choques buscados adrede para causar una impresión, sale la charla con la cantautora, que editó “Lo azul sobre mí”, en 2019 pero tiene todo el 2020 por recorrer.

Rock And Ball: Vivís en México hace años. ¿Cuando venís a Argentina, seguís siendo local?
Loli Molina: Eso espero, que no me hayan querido borrar.

RNB: Pero te convertiste en internacional, ¿fue positivo para vos?
LM: Hay una cuestión de emigrar que está buenísima porque cuando te descontextualizás y te pensás de otra manera en otro lugar se abren cosas, si tenía amigos ahora tengo más, si conocía calles ahora conozco más.

RNB: En “Martín”, canción basada en el Martín Fierro de José Hernández, comenzás cantando “Aquí me pongo a cantar al compás del pensamiento extraordinario. ¿Así pensás las canciones?
LM: Es una canción de Edgardo Cardozo donde lo que él hizo es agarrar lpos primeros versos del Martín Fierro y hacer un collage. Lo que ves ahí es un Martín mucho más sensible, más desesperado porque le canta ya a los misterios, no es tan terrenal. No solo a la hora de escribir, sino a la hora de interpretarlos, el “aquí me pongo a cantar” es una declaración de una presencia. Me pongo aquí aquí aquí aquí, es un “acá estoy” muy fuerte. Es el presente, el ahora es lo único que hay.

RNB: Mucha cuerda y voz, es diferente a lo que escuchamos de vos.
LM: Las cuerdas las arregló Ramiro Flores que hizo los arreglos de vientos de “Rubí” (NdR: disco anterior de la artista, editado en 2015) así que es un músico con el que vengo trabajando hace bastante. Entiende mucho como meterse adentro de mi música y sabe cómo hacer circular información. La onda de las cuerdas tiene que ver con pensar el disco de afuera para adentro. Fue una decisión de querer un disco con cuerdas, guitarra española, eléctrica y voz. Nada más. Que puede ser limitante, pero ahí adentro podés hacer un montón de cosas. Te obliga a que busques cosas para no aburrir. Igual es minimalista, hay canciones que son guitarra y voz y nada más. Estoy en contra de la sobreproducción en general. En esta época está todo sobreproducido, sobrecomprimido y sobreeditado.

RNB: ¿Es una decisión política entonces, más allá de lo artístico?
LM: Es un disco que resiste contra muchas cosas, contra la idea del single, contra los viernes de lanzamiento, contra lo que está sonando ahora. No es resistencia solo por resistir, sino como una excusa para generar más identidad alrededor de la obra.

Choque. Desplazamiento. Oscuridad. La soledad y la búsqueda son parte de ella. “Abre el ventanal, cierra lo demás”, dice al comenzar “Si algo se pierde en ese movimiento”, en medio de ese proceso.

RNB: Más allá de los cambios, el primer tema es un poco más agresivo, y hay arreglos y sonidos que no habíamos escuchado de vos. ¿Fue conciente?

LM: Es mucho más filoso. No quería hacer algo que sea lindo, o tierno. Me parecía más interesante ir hacia algo que tuviera que ver con tocar el borde, de hecho los arreglos están escritos con muchas disonancias, que suenan casi como si la nota de al lado fuese la que tendría que estar. Pero está puesta a propósito, para que choque un poco, generar esa tensión. Las cuerdas te dan muchas posibilidades y por eso pudimos lograrlo, pero está al límite, estás muy cerca de convertirlo todo en Disney. Hay una decisión en las composiciones de desplazar eso, siempre buscar un desplazamiento.

RNB: Suelen catalogarte como una artista que inspira ternura, pero siempre hubo oscuridad en tu música. ¿Cómo lo vivís desde adentro?
LM: Es que yo soy muy oscura. No me gusta regodearme de eso, pero vivo un poco ahí, no soy un canto a la vida. Después soy muy sociable, pero tengo una relación muy sana con la oscuridad. La vivo, la transito, no me asusta, me parece que está bien así. Los diamantes no te los encontrás en medio de la nada, tenés que ir adentro de la montaña y escarbar. Mi relación con la oscuridad tiene que ver con eso, ir adentro de la montaña y buscar.

RNB: ¿Una forma de transformar lo feo en lindo?
LM: No sería transformar en algo lindo, sino al menos en algo poético o profundo, de alguna trascendencia. Lo poético también puede ser algo horrible. Existe la idea de que lo poético es solo algo lindo, y no, para nada es así. Hay mucho más para encontrar.

RNB: Es lo buscado o es lo que sale, lo que se vomita?
LM: En este caso fue buscado por esto que digo de empujar al bordecito. Hay algo en mí natural, por eso también la gente me ve como dulce y buena, que me trasciende quizás, que tiene que ver con que me veo más chica quizás. Sí hay algo que se me cuela quizás más conservador o incómodo, que traté de romperlo. Cada vez que me vea cayendo en ese lugar, me corro.

RNB: Los últimos temas, “Tigres”, “Si algo se pierde en ese movimiento”, “Volcán” y “Colores”, son como los movimientos de una pequeña sinfonía.
LM: Pero hay un track escondido, que no se encuentra en Spotify y si en Bandcamp y en Youtube. Una perlita que dejé de ahí, que es una especie de puente entre Colores y Fantasma y se llama “uroboros” que es la serpiente que se come la cola. El disco es un continuo, es un lugar del que no podés salir.

Diciembre de 2016, Ciudad de Buenos Aires. Chris Cornell se prepara para tocar frente a más de mil personas en el imponente Teatro Colón. Varios minutos antes, una chica sale a escena armada con un par de guitarras. “Me van a tener que escuchar”, dijo, sabiendo que todos los presentes esperaban al ex Soundgarden. Pero la timidez inicial se transformó en una fuerza imparable en forma de canciones, que arrancaron aplausos y ovaciones. Para Loli fue un momento importante, no solo por la ocasión, sino porque siente que algo se transformó. Algo como lo que ocurre siempre en su música, en su carrera y en su vida con mucha constancia. Transformación.
“Para el músico que abre es muy difícil estas en esa situación, mucho más con alguien tan importante como Chris Cornell, porque los fans te quieren matar. Pero ese concierto del Colón fue raro para mí, desde el escenario, porque estaba como al costado, pero mucha gente tronó ese día, se convirtió en ‘Loliber’. Debe ser que había una emotividad en el aire y el Colón es bastante mágico”, dice, quitándose un poco de peso y responsabilidad sobre su propia música, que de por sí es movilizante.

 

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Loli Molina (@lolimolinamusica) el


RNB: Cambia el esquema de trabajo o producción de los shows, cuando tenés un disco tan especial y distintivo?
LM: No quiero develar todo, pero tengo que integrar el repertorio anterior y el repertorio futuro. Estoy tratando de armar un concierto que sea más una experiencia. Además de la música, que cada concierto sea una cosa inmersiva, eso me interesa. Yo no puedo seguir tocando siempre lo mismo y es importante que la propuesta crezca y que la gente que te vino a ver una vez, sepa que la próxima va a haber algo distinto. No sé si mejorar, pero cambiar, estar todo el tiempo transformándose, te vuelve alguien que está siempre vigente, porque no te repetís.

RNB: Hace un rato hablaste de sobreproducción y sobreedición. ¿Existe también un sobreestímulo musical en la actualidad?
LM: Yo no escucho tanta música, no por una cuestión de estímulo y repetición, sino por otras cosas. Escucho cosas muy puntuales en momentos muy puntales del día, en estados más contemplativos. Me encanta escuchar música para robar de los demás, de una manera positiva. Me encanta cuando en una canción mía hay un gesto que le robé a alguien, está bueno porque nadie inventa nada nuevo hace miles de años. Todo lo que sale como obra y cultura nueva, es en realidad un reciclado positivo. Me gusta escuchar música pensando en qué me puedo llevar de esto.

RNB: Y cuando la gente entiende esas referencias, qué pasa con el juego?
LM: Mucha gente se me acerca y me dice tenés mucho de John mayer. Y sí. Se nota mucho que te gusta Johny Michel. Y sí. Pero son cosas que son buenas, no veo el conflicto.

RNB: Dijiste que no escuchás música en general, ¿por qué?
LM: Porque me gusta mucho estar en silencio. Hay veces que estoy sola en mi casa y no hablo con nadie. También tengo mucha actividad mental todo el tiempo, por eso siempre es importante bajar. Tengo unos auriculares que cancelan el audio por completo. Me los pongo para estar en mi casa. El sonido ambiente me molesta.

RNB: ¿Te gusta escuchar tus pensamientos?
LM: Tampoco para hacer apología de la crisis, pero si estuviese conforme conmigo misma dejaría de buscar y de preguntarme cosas. No soy una persona que vive en paz. No tengo miedo a encontrarme conmigo misma, que es algo que la gente que no puede parar o no puede estar en silencio, le sucede. Mi punto de referencia para encontrarme con el mundo, después, es empezar en encontrarme a mí misma. Si pierdo eso, después no sé quien soy. No tengo manera de construir los bordes alrededor mio para que el mundo no me haga mierda.

RNB: ¿Y cómo lo lográs?
LM: Volviendo todo el tiempo a hacer base. Los días en los que veo mucha gente y tengo que hablar con mucha gente, me ponen en jaque. Pero sé que después vuelvo a mi mundo, noise cancelling, o un vuelo larguísimo como el que tengo de acá a México, y está todo bien. Para mí es esencial y para todos aquel que crea y busca, lo es. Si no hay silencio, si no hay esa nada, no entiendo desde donde se construye cualquier cosa. El cero, el vacío, el no, es el punto de partida de todo.

Fotos de Cinthia Carrizo.