Ni de más, ni de menos. Las palabras justas. ¿Cuáles son las palabras justas? ¿Cuántas son las palabras justas? Esas que le hagan justicia a la emoción, las emociones, mejor dicho, por las que lleva una banda como Todo Aparenta Normal.

Al meditarlo mucho, una paradoja se hace presente al tener que comentar un concierto del cuarteto compuesto por Nicolás y Juan Pablo Alfieri, Alexis Koleff y Luca Barzán. Porque las palabras justas son las medidas, las equilibradas, que estéticamente van a contramano de lo desbordado de amor y energía que resulta la experiencia TAN en vivo.

En un Niceto Club lleno, curiosa concurrencia para un domingo a la noche cuando la gente estás más cerca de enfrentarse al comienzo de semana, el grupo se presentó junto a dos bandas soporte, An Espil y Sevelhumano. Las propuestas, bien diferentes entre sí, parecían identificarse con los dos registros de la atracción principal. An Espil en lo étereo y ambient, y Sevelhumano con un rock bien al frente y gratas melodías.

Tras un rato largo de espera desde el final del segundo soporte, el público ya estaba ansioso porque se abra el telón. Cuando al fin ocurrió, pasadas las 22, TAN decidió calmar esa energía derramada comenzando con “Aquelarre”, uno de los temas más suaves de su más reciente producción “En El Desaprender”. Abrir con un acústico sin batería en un concierto de rock es una linda lección por aprender. Lucas Delacroix en guitarra acústica, acompañó a la banda desde este primer tema y durante varios momentos de la parte inicial del concierto. Para mantener las mismas sensaciones conseguidas con su álbum, se le pegó “Jinete”, tema que sigue en el tracklist de la misma producción.

“Nunca”, que juega con los tempos de manera furiosa pero en la que Alfieri se despide exigiendo a los escuchas que amainen, que desaceleren la pulsión violenta. Un consejo bastante útil para estos días en los que en el país todo se hace difícil. De alguna manera, aquel imperativo, en vivo resuena como un pedido para que los presentes se entreguen por completo al momento y logren amainar a fuerza de percepciones sonoras.

En una entrevista gráfica de publicación musical, un baterista X fue consultado por cuál era el punto ideal para el bombo en un show. “Depende de cómo le quieras pegar en el pecho al que está en frente”, fue la respuesta. Contundente. Esa forma simple y eficaz de entender la música se hizo carne en la cabalgata inicial de “Romper un misterio”. Mientras Alfieri recita “El reloj marcó el pulso en la pared. ¿Que será del cuento azul, la gota a destiempo. Vas a entrar osando querer leer las líneas de la expresión y romper un misterio”, el bombo al que le daba un reflector no paraba de latir como corazón mientras jugaba con las chanchas y el bajo saturaba de graves los pensamientos del público.

Luciano Villacé fue uno de los invitados de TAN.

Al cuarto tema de la lista, ya la tarea de Todo Aparenta de desenvenenar el domingo estaba más que cumplida. Aunque faltaba mucho más. “Al oscuro” y “Al intentar destruir”, repasaban “Hijos del mundo”, su segundo disco, para volver a la actualidad con “Traful”, balada patagónica con una guitarra llorona capaz de darle calor a cualquiera que padezca el viento sur.

Nicolás, en una de las pocas intervenciones no musicales frente al micrófono, anunció “una viejita”, antes de arrancar con “Disfraz”, tema del primer disco. Sin necesidad de presentación, ante los primeros acordes y un sonido que viene acercándose sin cesar, todas las almas en Niceto comenzaron con el coro “aaaaaaah-aaah-aaah” que introduce “Detener el tiempo”, generando otro momento mágico de la noche. Hay que destacar la energía de Koleff desde el bajo durante todo el concierto, sintiendo cada nota como fan de su propia banda, saltando y cantando sin parar.

Promediando la velada, llegarían dos temas que bien podrían resumir lo que significa la banda en pocos minutos. “Sobre la cicatriz” y Como un faro”. Ambos temas, pegados aunque forman parte de dos discos diferentes, tienen una larga duración porque van construyendo, de a capas, con guitarras que se acoplan (Alfieri y Barzán son una de las mejores duplas del país), con ritmos que aparecen, cuentan y se van para dejarle lugar a otro que compensa, dándole la escenografía y la lumbre perfectas a las letras de Nicolás.

Especialmente, “Como un faro”, con primera parte cantada y oclusión instrumental, con un solo de guitarra que es tan perfecto como perpetuo (algo que el compositor y ejecutor quizás padezca porque todos esperan esa parte y no deja mucho lugar a la improvisación).

Tras “Las manos”, apareció el segundo invitado de la noche, Baltasar Commoto (La Mono, Indio Solari), con el que la banda explotó su costado más rockero: “Buenos Aires”, “Porno rock” y “Místico”. Tras un intervalo instrumental con “Equinoccio”, Luciano Villace (Bigger) salió a escena para cantar “Canción del desaprendiz”, un tema que por su registro y forma de cantar, era ideal para él.

Para el final, quedaría el clásico “Calendario”, con ese riff ricotero que hipnotiza, y “Agazapado”, con el que se armó el pogo más grande de la noche. La despedida fue con “La dicha de los cobardes”, para que todos repitan tras esa sección atresillada que toma carrera para escupir: “Que no voy a volver del refugio que huí, que he venido a sangrar no a esconder mi nariz”, escaparle a la maleza del domingo y finalizar con “no soy sensatez, soy sentimiento, los que piensan siempre están detrás”, en la huida definitiva de la cobardía en la vida por venir.

Fotos por Ojo De Pez (Martín Ghilino)