Loli Molina está radicada en México, y por eso, cuando pone un pie en Buenos Aires y agarra una guitarra, siempre es una buena idea ir a visitarla. Se visita su música de diferentes maneras. Desde su interpretación, tan personal como universal – es de ese arte que más se acerca a lo que sentimos-. También el paseo puede ser desde su composición, genuina y despojada, casi trasparente en un mundo en el que muchos intentan tapar con firuletes las propias falencias.

Y en otra instancia, se la visita en su propia visita de otros artistas, un recorrido de su perspectiva sobre la belleza, algo que casi siempre con covers de diversos autores y músicos, en esta ocasión, la del sábado, a un gran trompetista y cantante de jazz de los 50, Chet Baker.

Con el marco de la Usina del Arte, el show titulado “Chet Baker Project” se realizó en el auditorio mayor del recinto de La Boca, a donde se acercaron mil personas que no fueron a ver a Radiohead, y optaron por visitar a Loli en su visita por la Argentina.

El escenario del auditorio de la Usina es inmenso. Pero a pesar del espacio, bien en el centro estaban, casi amontonados, una austera batería, un piano de cola negro y un teclado, más algunos amplificadores y banquetas custodiados por micrófonos y monitores. Como vergonzosos ante la gente que iba copando las butacas del lugar. El público, en su mayoría seguidor de la artista, varios valientes que se acercaron solo para sorprenderse (minutos más tarde varios mayores se irían encantados con Loli sin haberla escuchado antes) y otros que fueron tentados por el jazz propuesto.

Con ese marco de resguardo inanimado de los instrumentos, por una cuestión que debe ser musical pero también estética, salió a tocar Loli Molina en versión cuarteto, con un seleccionado impecable: En el contrabajo, Mariano Otero quien no necesita mayor presentación como uno de los mejores bajistas del país, el baterista Hernán Hecht y el pianista Manuel Ochoa.

Puntualmente comenzó a sonar el piano, suavemente, se sumó Ochoa en mismo plan, tocando con escobillas, y Molina comenzó a cantar “My Funny Valentine”. Si bien existen varias versiones del clásico jazzero, y una Ella Fitzgerald sería lo que cualquiera creería que buscaría Loli al interpretar (un prejuicio enorme de género del periodista que escribe, es cierto) lo cierto es que la cantante no se despegó de la versión de Baker.

“Buenas noches. Que bueno que no fueron a ver a Radiohead. Estamos haciendo canciones del repertorio de Chet Baker y después vamos hacer otras cosas… Porque podemos”, se presentó ante el auditorio.

Y así pasaron “Let’s Get Lost”, “My Heart Stood Still”, “The Thrill Is Gone”, y solo a piano y voz, la porción homenaje finalizó con “Embraceable You”, su tema favorito del repertorio tocado.

“Ahora van a pasar otras cosas. Porque yo vivo muy lejos”, se justificaba Loli antes de comenzar con la segunda parte del show que sería con temas propios. “No iba a hacer todo Chet Baker, era mentira ese cartel. Pero que no se enteren los de la Usina”, bromeó.

Para disfrutar de ese último rato de la argentina como visitante, hizo sonar su hermosa guitarra Fender celeste con los acordes de “Hombre No”, con aquella melodía tan acogedora que miente un Déjà vu, sensación de haberla escuchado antes, canción que acuna y que enamora.

Como todo el momento Baker es solemne hay que ser respetusoo y no puedo decir cualquier cosa. Ahora podemos conversar…”, volvía a generar ambiente la cantante antes de empezar con “Un bosque de pájaros blancos”, loopeando las melodías y terminando con una porción de “Jóga” de Björk.

Aunque parecía que todo cerraría solo con ella para los últimos temas, Otero, Hetch y Ochoa regresaron para acompañarla en “Los Días”, la rockera “Hamacas”, dedicada a su amiga Paula Maffia; el clásico “Ricardito”, “Brillo y Relieve” y el cover de siempre: “Nos vamos con una del capo máximo de la poesía universal que nació acá”, expresó Loli para presentar “Ludmila”, canción del Flaco Spinetta que a la cantautora le sienta como propia.

Una nueva referencia a la banda de Tom Yorke, esta vez con miedo, sirvió como anticipo del verdadero último tema de la noche. “Flasheé que no iba a venir nadie porque toda la población de Buenos Aires iba a estar en Radiohead”, dijo, maravillada por la cantidad de gente presente que no dejó de ovacionarla en cada intervalo.

“Sé como el sol, brilla por mí. No todavía, ay! déjame dormir” nos aconsejó en su despedida mántrica Loli Molina, para después agacharse y terminar sentada sobre el escenario, con el cuerpo envuelto en el celeste de su guitarra y con sus monitores como cortina. Desapareciendo de la vista de todos, finalizó la visita de Loli, que dejó una vez más que visitemos su alma y sus emociones.

Fotos de Gisele Alejandra Fotografía