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La Caverna en La Trastienda: 4ta edición

La banda de Buenos Aires pisó por cuarta vez en el escenario de San Telmo, y, junto a su público flamante, brilló en una nueva noche de rock.

La Caverna
La Caverna

Cómo se hizo costumbre desde hace dos años, para la presentación de su último trabajo: “Posguerra”, cada tanto, La Caverna pega un ‘Trastiendazo’. Y éste fue con la excusa de empezar a despedir su último CD.

Claramente, se ve una mejoría en cada presentación que hacen. Ver a la banda en su primer show en La Trastienda, con los protagonistas experimentando un nuevo suelo, no fue lo mismo que haberlos visto en su segunda o tercera presentación allí, ya que no sólo fueron aumentando el público, si no también la mejoría del sonido y el juego de luces que realizan. En sí, el crecimiento notorio que tuvieron.

No fue extraño ver una Trastienda colmada a minutos de que el telón se abriera. No fue raro, sentir la euforia que se produciría en momentos infalibles del espectáculo. Claramente, fue/es algo natural, algo que no se puede evitar. Algo que te hace chocar a la felicidad.

Sin roscas, arrancaron con “De a poquito” y “Hombre de humo”, acompañados de un clima cálido que jugaba entre los violetas y amarillos. Aprovechando que el público aún estaba tranquilo, se detuvieron a saludar a su gente y en la voz de Diego Fauci presentaron a su nuevo bajista Gastón Compagnucci. De esa manera comenzaron a sonar los primeros acordes de “Culpables de no morir”, acompañados, ahora sí, de los saltos descontrolados de los espectadores, que rompieron en coro sobre el estribillo, bajo unas fuertes luces rojas.

La cosa se puso melosa y bailante, cuando para el cuarto tema empezó a tintinear “Vales de besos retornables”. Entrelazado uno con otro, sin tiempo que perder y tras un sonido impecable, el temple sensibilizó al salón y se enfrió, conjunto a un ruido muy fuerte de ‘goteras’ (que lograban engañar a la mente y te hacían imaginar que estaban allí), el juego de siluetas a través de las luces y los acordes que encabezan la canción, comenzó a apreciarse “Cinco horas”; con un respeto sin igual tanto de abajo como arriba del escenario, que explotó de emoción en el estribillo.

Para volver a darle color a la noche, tras un cambio terrible de tonos, las luces verdes predominaron en el ambiente y “Milagro de otoño” participó del listón. El público se apoderó de la velada completa a través del grito, en el momento de una de las frases más marcadas de la banda: “(…)En el mundo en el que vivimos. Ser feliz, acaso, es una revolución(…)”.

Con un juego de sombras y flashes continuos, se hicieron presentes “Nacer para vivir” y “El verano que no pudo ser”. Hubo pequeñas pausas entre canciones que permitieron que los músicos obtengan un comienzo impecable, y además, que nada se empaste.

Cielo opaco”, un reggae que te lleva a moverte a su ritmo propio y “Ese o ese”, la cual produce una sensación fuerte en los seguidores que se apasionan al cantarla, fueron las que dieron paso al cambio de armonías y apaciguaron al público.

Una pausa en el escenario acompañada del cantito de cancha “(…) Vamo’ la caver (…)”.  Tras una nueva prueba de instrumentos con algunos ajustes, dieron pie a “La canción que precisaba” y “Las montañas de mi lado”.

A continuación, Diego pidió que tomen el panfleto que se les dio a la entrada, y dispuso que fuera el momento de desplegar una canción que será parte del nuevo CD. Contó que el protagonista de esa historia se llama Ulises, y pasó a relatar un poco el mito, conectándolo con la historia de un nene de trece años, llamado Ulises, que tuvo una enfermedad fatal, y dice “(…) Ulises amaba a su familia, a sus amigos y a la música, y entre su música se encontraba La Caverna. Esta canción lo va a traer de vuelta cada vez que suene arriba del escenario (…)”. Y mientras el público se quedó perplejo, admirando la nueva sintonía, en la lista tuvo lugar “La odisea de Ulises”.

El lugar se llenó de aplausos y “Por la vida” marcó el rumbo hacia el final del recital.

Sin dejar el juego continuo de luces rojas, azules y violetas; los flashes sin parar y las luces que iluminaban al público, tan perfectos que hacían sentir que realmente todo tenía que ver con un todo absoluto, llegó el momento de “Bicho de pasto”, “Un nuevo motor” y “El incendio del ángel”.

Tras anunciar las siguientes fechas de la banda hasta fin de año. La banda compuesta por: Diego, en voz; Juano, en batería; Facu, en teclados y coros; Fabi, en guitarra; Tonga, en Saxo y trompeta; y Gonza, en el bajo, largaron nuevos acordes para seguir repasando sus canciones.

Resolana” fue la encargada de volver a hacer bailar a los de abajo, nuevamente, seguida de “Ahora que le digo a la vida” y “Cuatro de copas”, que, sin dudas, activaron a las personas, que comenzaron a agitar sus cuerpos y no parar de moverse. Sintiéndose el final absoluto del show, y sin querer que eso se concretara, “Por el nombre del rock” pasó y llegaba el turno de los últimos dos temas de la noche.

La locura se produjo en “Que me mate el rock” , y los espectadores se apoderaron de la voz, y el canto fue en absoluta resonancia unísona. Guardadito para culminar la presentación, “Los negadores” dijo presente y el enorme pogo no paró de sacudirse hasta que el tema terminó y, junto a él, la cuarta edición de La Caverna en La Trastienda consumó, llena de emociones latentes y a la espera de sus próximos shows, nosotros no dudamos de que se dará un nuevo ‘Trastiendazo’.

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 Fotos de Cinn Carrizo