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EL BORDO TOCÓ EN CÓRDOBA ANTE CIENTOS DE “CORAZONES NO OLVIDADOS”

Tras dos años sin pasar por la capital cordobesa, la banda pisó fuerte. Un show que trascendió entre una batería de temas, presentación del último disco y recorrido de anteriores, y algunas dedicatorias. ¡Ah! Y mucha entrega.

El Bordo en Córdoba
El Bordo en Córdoba

 

Habían prometido un show “extra large”. Esa era la idea, ya que no se los vio por Córdoba durante el 2016 (salvo en Cosquín Rock). El frío calaba hondo en todos, pero… ¿qué podría llegar a importarle esto a “los perdidos” allí presentes?

En la previa, Manyucca se haría cargo de abrir la noche. Una banda potente, que llamó la atención de unos cuántos y se llevó varios aplausos. Buena carta para anticipar lo que minutos más tarde, pasada la media noche, sucedería en las “tablas” de Krakovia, ante un público ansioso, expectante… “manija”, como se dice en la jerga.

Mientras se ultimaban detalles en el escenario, y las canciones de La Renga, Los Gardelitos, Callejeros, entre otras, calentaban más el clima, llegó el momento de apagar las luces.  La pantalla de fondo se encendió, proyectándose en ella una imagen del arte perteneciente al último disco. La mesa estaba servida, para dar lugar a “Destino” y “La Libertad”, ambos temas del reciente material discográfico “El Refugio”, que sería presentado por primera vez en “la docta”.

“Buenas noches Córdoba”, gritó Alejandro Kurz, volviendo unos años atrás y cantando -justamente- “El grito”, canción que en ciertos pasajes fue tocada a otra velocidad, en otro tiempo. Tras saludar de nuevo, “Jazz barrial” sonaría para seguir agitando los cuerpos, que no tendrían descanso ya que Kurz, mientras cambiaba de guitarra (como sucedió en varias ocasiones a lo largo del show), anticipaba: “Llega el momento de existir”. Y “Existir” salió con toda, sacando a relucir un “grunge” más contemporáneo –si se quiere- que está marcando a la banda en los últimos tiempos. “Mi alma ve” era la siguiente parada, retornando a lo más nuevo.

“El Bordo baila, su rocanrol”, coreaba la gente. A la vez que la voz y líder, que cambiaba nuevamente de viola, decía: “Los extrañábamos un montón amigos y amigas, es por eso que esta noche vamos a tocar un rato largo… ¿están listos? Tras un “sí” rotundo de los fans, “Noche extraña” hacía temblar los cimientos de Krakovia. Así era el concierto: no daba respiro, con canciones potentes, y un tour por los discos de ayer y hoy.

“Tesoro” y “Dejar caer el sol” seguirían en la lista. Posteriormente, Kurz vuelve a dirigirse de manera directa a los fieles, para decirles “extrañábamos la ruta, ¿ustedes la extrañaban?”, y luego agregar “teníamos una ganas de volver… no somos diferentes, pero somos siempre original”. Claro está, “Siempre original” iba a tener su lugar en el repertorio. No había fracción de segundo para distraerse, menos aún relajarse, y menos que menos si lo que se venía era “El traje” y “La Patada”.

Recién a al décimo tercer tema, bajaría un poco la “distorsión”, con un clásico del álbum “En la vereda de enfrente”: “Cansado de ser”. Canción que fue dedicada, según palabras del cantante, “a un perdido que no está en este plano, que nos está viendo desde un poquito más arriba, David de Formosa, que se fue la semana pasada”. “Instinto” también estaba en los planes, para despertar las emociones de unos cuántos, que sentirían el deseo de mirar hacia arriba, cerrar los ojos, y corear el tema, como sucede con todas esas canciones que generan ese “plus” a la hora de despertar las pasiones y sentimientos más profundos de cada uno.

“Corazones olvidados” volvería a subir el “power” a la noche, aunque con algún problema en la guitarra de Alejandro. Por tal motivo, tuvieron que parar un par de minutos el show al culminar la canción, para solucionar el problema. Mientras, hacían el anuncio del recital que el próximo 17 septiembre la banda brindará en el mítico Luna Park. Una vez sorteado el percance, tocarían “Lejos”, “La banda” y “Los perdidos”, ésta última dedicada a Patricio Fontanet, quien el pasado viernes cumplió 38 años, y además fue un clásico de El Bordo al que fue invitado a cantar en la edición del Cosquín Rock 2007. “Inocentes, inocentes”, gritó la gente.

Tras hacer “Háblame”, Kurz anuncia que están llegando al final, aunque eso era, claramente, una mentirita. Quedaban unas cuántas composiciones por venir: “Volando”, “Metafísica suburbana”, “Soñando despierto”. Tras ésta última, llegaba el momento de bajar dos cambios, y recordar que la primera vez que el grupo tocó en Córdoba fue en 990, junto con Los Gardelitos. Como no podía ser de otra manera, una dedicatoria a Korneta se asomaba: “Guitarra y canción”.

“A dónde vas” sería el primer tema del disco “Historias perdidas”, y al terminar, la voz del grupo decía, curiosamente, “bueno, se viene un estreno cordobés”. Al parecer, hubo una pequeña confusión en la lista, aunque no quedó del todo claro. Sea como fuere, sonaría “Humano”, volviendo una vez más al último material. Seguidamente, tras reunirse todos los integrantes en el medio del escenario (como si estuviesen debatiendo algo), se escucha decir a Alejandro “che perdón, soy un manija, quiero agregar un tema, ¿todo bien? ¿da para agregar tema o están medio cansados?”. Tras presentar en el saxofón a Pablo Fortuna, y saludar a los integrantes de Manyucca, “Guerreros del viento” rugiría en todos los rincones, siguiendo en la misma sintonía luego con “En la vereda de enfrente”.

Ahora sí, ya casi sobre el final, luego de agradecer y pedir al público que se cuide al regresar, la banda cerraría con “El regreso”, y con el líder del grupo dejándose caer, como lo hace habitualmente, hacía el público, entregándose al mismo. Incluso una vez terminado el recital, bajó hacia la zona de las vallas a entregar púas y saludar más de cerca a la gente.

Tras alrededor de dos años sin tocar en la ciudad de Córdoba, El Bordo se entregó intensamente a sus seguidores. Cabe recordar que los integrantes se llegaron a Córdoba unos días antes del concierto para hablar con la prensa, saludar amigos, fans, y firmar discos. Habían prometido un show largo, y sin duda que así sucedió. En más de dos horas, metieron 28 temas, brindando un recital que fue, como se dice comúnmente, “al palo”. Un crisol entre vertiginosidad, emociones, y entrega de ambas partes. Y aunque Krakovia no estaba colmado, algo es seguro: estaban los que tenían que estar. No había nada más para agregar, y mucho por agradecer. Final feliz, para una noche de promesas cumplidas.

Crónica por Jero Benassi
Fotos por May Suárez Artes Visuales